Francisco Oleo
El doctor en Arquitectura y profesor en UNIR explica qué es y por qué es necesario extender hoy esta manera de "producir edificación" que puede ser similar a la fabricación de buques, aviones o automóviles (o al montaje de muebles de IKEA). Pero antes es obligado un cambio cultural y formativo que ya se ha producido en otros países del mundo.
La vivienda, o más bien la falta de ella, se ha convertido en uno de los grandes problemas de los españoles, especialmente entre los más jóvenes. Hemos pasado de ser un país en el que se edificaban más de 675.000 viviendas en 2005, más que en Francia, Alemania e Italia juntas, a construir algo menos de 88.000 unidades en 2022.
Según datos de DWS, la gestora de inversiones de Deutsche Bank, que publicaba el pasado mes de marzo el portal inmobiliario Idealista, Europa arrastra un déficit de casi 1,4 millones de inmuebles residenciales desde 2011, del que más de la tercera parte tiene que ver con España. En nuestro mercado se generaron entre 2011 y 2020 algo más de un millón de hogares, mientras que las viviendas iniciadas superaron a duras penas la barrera del medio millón. Por tanto, el déficit que arrastra el mercado doméstico supera las 500.000 unidades.
Un problema grave de falta que viviendas que está tensionando al límite los precios, agravado por la subida de las hipotecas como consecuencia de la fuerte escalada de unos tipos de interés impulsados por la elevada inflación. No se construyen viviendas suficientes y el alquiler está disparado: la tormenta perfecta en el sector inmobiliario.
¿Cómo podemos salir de ella? Más allá de determinadas promesas electorales que, según la mayoría de los expertos son, cuando menos, poco realistas en el corto y medio plazo, hay quien cree que la producción off-site, que ya se viene aplicando con éxito en otros países, puede ser parte de la solución.
José Miguel Reyes González.
“La producción industrializada de vivienda es un factor importante para hacer frente a la falta de vivienda en España porque su razón de ser es justamente responder a gran escala. La escasez de producción existe y debemos generar el tejido industrial necesario si queremos cubrir las necesidades que nos adelantan los organismos oficiales”, explica José Miguel Reyes González, reconocido arquitecto, investigador, divulgador y profesor invitado en prestigiosas universidades españolas e internacionales, que es también director académico del Máster de Formación Permanente en Construcción Industrializada en UNIR.
Junto con José Miguel de Prada Poole (con quien colaboró en varias ocasiones), llevan décadas impulsando el cambio cultural necesario en el sector inmobiliario español, y cree que la coyuntura actual puede favorecer dicho cambio: “No se puede cumplir con la futura demanda de vivienda urbana, si no se cuenta con el sector industrial de la construcción”, afirma.
Pero en contra de lo que solemos pensar, la construcción industrializada no es algo nuevo. “En Estados Unidos, los fabricantes de motores o fuselajes de aviones, reconvirtieron sus factorías para producir electrodomésticos o viviendas tras la Segunda Guerra Mundial. Y en Europa se trató de cubrir la gran escasez de vivienda a base de sistemas prefabricados de hormigón durante 20 años (esa edificación tediosa en la que todos pensamos cuando escuchamos este término)”, apunta Reyes .
El 60% de las viviendas unifamiliares que hoy día se construyen en Japón son viviendas fabricadas por este procedimiento en cadenas de montaje, a cargo de las cuatro marcas que soportan este mercado, como Toyota.
Hace décadas, países como Japón tomaron la iniciativa en la producción off-site. El 60% de las viviendas unifamiliares que hoy día se construyen en ese país son viviendas fabricadas por este procedimiento en cadenas de montaje, a cargo de las cuatro marcas que soportan este mercado. “Una de ellas es Toyota, que fabrica coches igual que hace viviendas y otros productos. Y lleva así desde los 90 …”, dice.
La “industrialización abierta” es una forma de construir distinta de la tradicional y, en determinados casos, complementaria de esta. Se basa en el empleo de componentes manufacturados (que a su vez se conforman a partir de piezas elementales) .Y pone como ejemplo un simple grifo: “Es un componente que, cuando se instala en el lugar del sistema que le corresponde, cumple la función que tiene asignada dentro del conjunto inmediatamente”.
Cabinas de aseo completas y listas para ser usadas con sus grifos, depósitos y circuitos incorporados a la espera de conectarse a las redes de suministro y saneamiento, ventanas con sus dispositivos (persiana, toldo, o celosías) ya colocados y funcionando, cerramientos que pueden llevar parte de algún circuito ya integrado, aguardan a ser montados junto al resto de componentes en el lugar que les corresponde …. Se trata de actuar como en una cadena de montaje de automóviles, sobre cuyos chasis distintos operarios van incorporando los componentes necesarios antes de que estén listos para ser distribuidos.
Unos componentes que se pueden hacer tan complejos como se quiera, llegando hasta los de grado superior, componentes 3D, partes completas de una edificación o una vivienda. “Los robots que ya se emplean en otras industrias como la del automóvil, podrán servir también para este proceso con sus readaptaciones correspondientes”, subraya.
“Es fácil de entender que, con este procedimiento, el tiempo de operaciones en el solar disminuye enormemente. Porque cuando llega la fase de montar el edificio (sea un hotel, un hospital , un colegio o una vivienda), solo tienes que ensamblar las piezas 3D que ya tienes terminadas en otro lugar, y chequear juntas y conexiones”, confirma el director del Máster en Construcción Industrializada de UNIR, que sitúa “la construcción en seco” como la clave de todo este proceso que facilita crucialmente la velocidad en la edificación.
No obstante, considera que “la construcción industrializada no siempre tiene por qué ser integral, se pueden generar sistemas híbridos, como sucede en cualquier torre convencional, donde suelen convivir el hormigón armado in situ del núcleo central con los subsistemas de componentes que se montan a su alrededor”, explica.
El jefe de Obra antiguo, que se sabe todas las triquiñuelas y los tiempos que debe emplear con cada cuadrilla, oficial, o peón, en los lugares de la obra convencional, ahora se transforma en un jefe de Montaje.
En este clase de construcción la logística es bastante más importante que en la “artesanal”, porque no es sencillo fabricar los componentes al ritmo adecuado, mantener un amplio stock, trasportarlos y finalmente, que encajen a la perfección para conformar el sistema final. Se trata de un mecano de grandes dimensiones en el que el jefe de Obra antiguo, que se sabe todas las triquiñuelas y los tiempos que debe emplear con cada cuadrilla, oficial, o peón, en los lugares de la obra convencional, ahora se transforma en un jefe de Montaje que decide las entradas y salidas de especialistas sin que haya solapamientos o sustituciones inesperadas. Debe tenerlo todo previsto, preparado y cronometrado, con la mayor exactitud posible.
En la construcción industrial se fabrica en líneas de montaje, como con un automóvil.
Los expertos en gestión de proyectos y en logística son perfiles claves, pero también ganan enteros con la construcción industrializada los trabajos más básicos del sector convencional: “Si se pasa de trabajar en una obra tradicional a hacerlo en una fábrica, en una industria contemporánea, con unos conocimientos y unos procedimientos de diseño y montaje especiales, los operarios estarán entonces en una situación profesional diferente, más propicia para mejorar laboral y socialmente”, afirma este arquitecto que conoce a la perfección este sector.
Reyes González nos aclara que construir a destajo, utilizando una mano de obra intensiva y poco cualificada, buscando temporeros como siempre se venía haciendo, es algo apenas viable en la actualidad de España. “Con el estallido de la burbuja inmobiliaria” (2008) se cortó en seco la producción de este sector y la mayoría de esos empleos que había antes, ahora han desaparecido. Muchos de esos trabajadores fueron a parar a otros sectores, y ahora es muy difícil encontrar esa misma mano de obra”, destaca.
Este prestigioso arquitecto aboga por la “tecnología de transferencia”, que no es otra cosa que aprender a trasladar soluciones y procedimientos, desde otros sectores que lo hacen muy eficientemente desde hace décadas, como el del automóvil, el naval, el ferroviario o el aeronáutico, que en muchos casos montan en un lugar de encuentro los componentes que se fabrican en distintos países. “Es una manera de construir que actualmente ya se usa para hacer oficinas, levantar fábricas, naves de producción, etcétera, y que es más sostenible; ya que “el ciclo de vida” de un edificio industrializado abarca desde que lo fabricas hasta que lo desmontas, porque no se destruye ni se derriba, sino que se desmantela y se reutiliza. El proceso es mucho más eficaz y medible, y parte del mismo consiste en vigilar la trazabilidad y el reciclaje de todas las piezas y materiales”.
Un edificio industrializado abarca desde que lo fabricas hasta que lo desmontas, porque no se destruye ni se derriba, sino que se desmantela y se reutiliza. El proceso es mucho más eficaz y medible, y parte del mismo consiste en vigilar la trazabilidad y el reciclaje de todas las piezas y materiales.
Pero para llegar a este punto y evolucionar en esta dirección, se necesita un cambio cultural importante en nuestro país. Dejar de golpear las paredes de la casa que vas a comprar tratando de afianzar así su solidez es un comienzo. Es más fiable fijarse en las homologaciones y las certificaciones oficiales que en el sonido de las paredes. “Yo prefiero hablar de evolución antes que de revolución (en todos los sentidos), es mejor para asimilar cualquier fenómeno; pero aquí el cambio es enorme, porque se trata de transformar unos sistemas de producción colosales y que tienen una inercia tremenda. A muchas compañías le va bien haciéndolo como lo hacen, y tienen muchos intereses incursos en el proceso, por lo que cambiarles el paso es realmente dificultoso”, explica Reyes González.
Es necesario un cambio de mentalidad para transformar unos sistemas de construcción colosales.
De todas formas, no todo depende de los grupos constructores e inmobiliarios, “también se puede dedicar un astillero a esto antes que cerrarlo”, piensa, y de paso apunta también un cambio de mentalidad, por el que se dé más protagonismo en el mundo de la edificación a los ingenieros industriales, navales, o de sistemas, frente a los omnipresentes ingenieros de caminos-canales-puertos (expertos en obras de escala y geografías, muy lejos de la cadena de montaje). “Respecto a los ingleses (y el mundo sajón), que siempre se decantaron por industrializar sus dominios, en el Mediterráneo somos “hormigoneros de pura cepa” desde la Época de los Romanos”, subraya.
Este experto cree, además, que ahora España tiene la oportunidad de ponerse en primera línea en el sector dentro de la Unión Europea; primero porque la demanda de nuestro mercado interior es considerable (incluso, de largo recorrido), y después, porque la calidad de nuestras industrias manufactureras ‘por tierra, mar y aire’ es bastante aceptable (Talgo, Indra, Airbus o Navantia, entre otros).
Para José Miguel Reyes, “esto obliga a cambiar también muchas mentalidades en el ámbito educativo, porque en muchas escuelas se sigue concibiendo la Arquitectura como siempre fue: “Tener una formación como arquitecto renacentista está muy bien, pero a esto habría que añadirle hoy día opciones potentes que nos acerquen a la ingeniería de producción y de sistemas”. También al reconocimiento de la arquitectura estandarizable como un fenómeno con sus propias exigencias y carácter. Una actividad “lejos del invento”, y cerca de la convención de calidad y la responsabilidad que conlleva la producción masiva de edificación (algo más cerca del buen urbanismo que de la originalidad)”.
El industrial design existe desde los inicios del siglo XX, y es fundamental para llegar al consumidor y diferenciarse en el mercado. Tenemos el modelo a seguir delante de nuestras narices (IKEA).
Un conocimiento que no renuncie al arte, por supuesto, que siempre debe ser consustancial a la arquitectura, sea o no industrial. “El industrial design existe desde los inicios del siglo XX, y es fundamental para llegar al consumidor y diferenciarse en el mercado. No por ser industrial un diseño tiene que ser necesariamente monótono y repetitivo. Ocurre igual en otros sectores, como el de la moda. La estética es consustancial al valor de la arquitectura, y si se trata de responder al tejido residencial estándar, con mayor responsabilidad social todavía”, asegura este arquitecto integro, que pone también como ejemplo a IKEA como una clase de industrial design ejemplar. “Tenemos el modelo a seguir delante de nuestras narices: producción industrializada con grandes series de componentes comunes, pero diferentes ‘líneas de producto‘ con su impronta estética característica. ¿Es que esto no se puede enseñar en Arquitectura?”, se pregunta.
“Estandarizar gran parte de la edificación es una necesidad de nuestro tiempo, no una promesa de futuro. La demanda llama continuamente a la puerta y debemos ser suficientemente ágiles para cubrirla, porque estamos hablando de hacer ciudad, de construir nuevas viviendas, de responder a las familias que necesiten un hogar, de sentar las bases de nuestra propia convivencia”, afirma al final de esta lección magistral de arquitectura, diseño industrial, construcción, sociedad y vida.
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- Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología