La fast fashion o moda rápida apuesta por el lanzamiento continuo de colecciones de ropa de poca calidad a precios bajos. Su impacto ambiental ha hecho que cada vez más empresas se replanteen si llega a merecer la pena.
La industria textil es uno de los sectores que más ha cambiado y se ha globalizado en el siglo XXI. En ello ha jugado un papel clave la fast fashion, un fenómeno a nivel internacional por el que se crean colecciones de ropa de forma constante (hasta 50 colecciones al año), de forma acelerada y a bajo coste. Este tipo de producción y consumo tiene unas consecuencias nefastas para el planeta. Por eso, cada vez surgen más detractores de la moda rápida y las propias marcas que la impulsaron se replantean cuál será su futuro.
El origen de la fast fashion se remonta al siglo XIX con los primeros intentos por rebajar el precio de la ropa, aunque no fue hasta la segunda mitad del siglo XX cuando el fenómeno se expandió con firmas como Zara, Primark, H&M o Forever21. Ya en el siglo XXI, con la globalización e Internet (especialmente las redes sociales) el consumo de moda se multiplicó hasta el punto de que las firmas lanzan colecciones cada dos semanas dejando en el olvido las clásicas primavera/verano y otoño/invierno.
Entre las características de la moda rápida, que incluye además de ropa el calzado y los complementos, señalar:
Cambiante
Es una de sus señas de identidad. Las colecciones en tienda se cambian constantemente provocando un consumo continuo que deriva en el que el uso medio de las prendas de ropa sea solo de siete veces.
Baja calidad
La producción masiva y acelerada incide en la calidad de los productos. En las fast fashion se prima la cantidad, ya que el objetivo no es que la ropa dure,sino que salga pronto al mercado y estar ofreciendo constantemente nuevas opciones.
Bajo precio
Para lograr el consumo masivo se reducen los precios, que pasan a ser asequibles para gran parte de los consumidores.
Poca sostenibilidad
La industria textil es la segunda más contaminante del mundo (por detrás de la aérea) tanto por su gran consumo de agua, residuos generados y logística, como por los principales materiales que utiliza: el poliéster y el algodón. El primero es una fibra sintética derivada del petróleo mientras que el segundo requiere de grandes cantidades de agua para su producción.
Derechos laborales
Muchas de las firmas de fast fashion tienen sus centros de producción en países subdesarrollados donde los sueldos son mucho más bajos y las condiciones laborales están menos reguladas.
El futuro de las fast fashion
El impacto ambiental de la fast fashion es innegable. El informe Style that’s sustainable: a new fast-fashion formula, realizado por la consultora McKinsey, recoge que en 2014 el volumen de prendas producido a nivel mundial superó los 100.000 millones. En cinco países en desarrollo —India, México, Brasil, China y Rusia— las ventas aumentaron ocho veces más rápido que en Reino Unido, Alemania, Estados Unidos y Canadá.
Hay que tener en cuenta que para producir una camiseta de algodón se necesitan unos 2.700 litros de agua dulce, lo que equivale al agua potable que consume una persona durante más de dos años. ¿El resultado? Cifras demoledoras que solo se redujeron durante la pandemia por COVID-19. Las consecuencias para el medio natural no solo se producen durante la fase de producción y distribución, sino que van más allá del uso de la ropa, ya que la gran mayoría de prendas acaban en vertederos o incineradoras.
Ante esta situación, por parte de las empresas y la administración se están empezando a replantear el proceso de la industria textil y adoptar medidas aunque, de momento, distan mucho de ser efectivas.
La Unión Europea, por ejemplo, aprobó en 2018 una directiva sobre residuos que recoge que los países de la UE están obligados a recoger los textiles por separado a partir del año 2025. A nivel privado, hay marcas que, frente a la fast fashion, apuestan por la slow fashion, cuya filosofía se centra en producir menos prendas pero de mayor calidad para que perduren más y utilizando materias primas menos contaminantes.
Apostar por un reciclaje real de la ropa es otra cuestión básica para frenar el impacto ambiental de la moda rápida. Este cambio de tendencia necesita de profesionales capaces de saber reinventarse y comunicar las claves y diferenciación de una marca con formaciones específicas como la que ofrece el Máster en Marketing y Comunicación de Moda de UNIR.