UNIR Revista
La formación de los portavoces es fundamental para conseguir claridad en su mensaje, credibilidad, así como un discurso coherente y adaptado a la audiencia a la que se dirige.
La elección de un portavoz se ha convertido en una cuestión esencial para cualquier organización política. Su papel y las funciones que le corresponden lo convierten en una figura clave, de ahí la necesidad de una formación de portavoces adecuada.
En cualquier empresa o compañía, la figura del portavoz es la que se encarga de hacer llegar a los medios la información que se genera dentro, además de gestionar esa relación con la prensa. En el caso de la política, el portavoz va más allá, ya que asume muchas más responsabilidades.
No hablamos únicamente de una persona que se sitúa delante de las cámaras a leer un comunicado. Además de conocimiento, un buen portavoz debe transmitir credibilidad, confianza y seguridad. No solo importa lo qué comunica, sino cómo lo hace, y especialmente, cómo lo entienden aquellas personas a las que va dirigido su mensaje.
Con todo, el portavoz es el responsable de crear la imagen pública de cualquier organización política y de mantenerla. Cuando se dirige al público, tanto interno como externo, está autorizado a hacerlo en nombre de esta y siempre que lo haga su persona debe representar los objetivos y valores del partido.
El perfil del portavoz debe reunir una serie de habilidades y exige formación en diferentes materias, de ámbitos muy distintos, para poder sacar el máximo rendimiento a su trabajo. El Máster en Comunicación Política y Marketing de UNIR ofrece toda esa formación.
Dominio del escenario político genérico y propio
El portavoz debe conocer el funcionamiento y la estructura tanto del sistema político como de su propia organización. En este sentido, puede ser interesante contar con la formación de base que ofrece el Grado en Ciencias Políticas.
Conocimiento de los medios de comunicación
Al igual que el jefe de prensa, ha de mantener una constante relación con los medios, a los que recurre como herramienta de la que valerse para hacer llegar su mensaje al público.
En este caso, no importa tanto lo cordial o estrecha que esa relación sea, lo realmente importante es entender las claves de la comunicación y su funcionamiento para saber qué discurso emplear en cada caso (prensa escrita, audiovisual, radio, digital…). En este caso, el Grado en Comunicación es clave.
Manejo de las TIC
La aparición de Internet y las nuevas tecnologías han supuesto también una revolución en la comunicación y el modo de hacer política. Las instituciones gubernamentales han tenido que adaptar su funcionamiento y sus mensajes a los nuevos modelos, y los políticos y, por lo tanto, los portavoces, recurren a nuevas tácticas a la hora de transmitir sus ideas a la ciudadanía.
Los canales se han multiplicado y el formato que exige cada uno es muy diferente. Es por ello que todo portavoz debe estar bien formado en cuanto a las nuevas tendencias en comunicación con la ayuda de posgrados como el Máster en Comunicación Digital de UNIR.
Comunicación verbal y recursos narrativos
De nada vale el ideario político si no se sabe transmitir y, para ello, es crucial dominar el uso del lenguaje. Hay que huir de la saturación, también aquí menos es más. En cada intervención deben limitarse los mensajes o se perderán unos en favor de otros. Saber sintetizar es fundamental; resulta muy útil pensar en clave de titular.
Además, el portavoz debe estar preparado para responder ante temas que puedan suscitar controversia y su reacción debe mostrar naturalidad y seguridad. Ante un contenido demasiado denso, la opción es humanizar el discurso, contar historias que lo enriquezcan y lo conviertan en más atractivo.
Comunicación no verbal
El portavoz llega a convertirse casi en actor, recurriendo a la interpretación, la dicción y el uso del lenguaje corporal. Nada queda al azar, cada pequeño gesto contribuye a crear imagen y lo mismo sucede con su vestimenta y su aspecto físico.
Manejar adecuadamente todos estos elementos requiere mucha formación y práctica para resultar creíble hasta convencer y transmitir cercanía. La sobreactuación es un riesgo que hay que evitar.
Puesta en escena
Si el contenido del mensaje y el cómo se cuenta son aspectos clave, también tienen especial relevancia todos aquellos elementos de los que dependerá su aparición pública, recursos como la iluminación, el sonido o el decorado, que aunque no dependan directamente del portavoz, sí deben estar sometidos a su supervisión.
La exposición pública implica riesgos y, por ello, obliga a una intensa preparación que alcanza incluso al manejo de las emociones. Entre sus funciones está el dar consistencia a las políticas de la organización que representa.
Así, la falta de preparación provoca que sus intervenciones no obtengan el rendimiento deseado. La preparación es la que le permite transmitir esa espontaneidad tan valorada por parte del público, a partir de un discurso ágil y, sobre todo, coherente y consistente en el que se aporten los datos necesarios para generar credibilidad, huyendo siempre de tecnicismos complejos. Cualquier error del portavoz se traslada inmediatamente a todo el partido o institución.
A un buen portavoz se le presupone cercanía y naturalidad. Debe combinar telegenia, oratoria, retórica, dialéctica y argumentación pero, sobre todo, conocer en profundidad las cuestiones de las que habla, de otra manera perderá credibilidad.
Tiene que tener claro cuál es su objetivo y el mensaje que quiere trasladar. Además de saber construir ese mensaje, ha de mostrar empatía con el auditorio al que se dirige y capacidad para la autocrítica.