F.J. Cristófol
En la gastronomía hay elementos que ayuda a dirigir sus comportamientos, ya que participan los cinco sentidos: el tacto, al entrar en contacto con los alimentos; el oído, al escuchar los sonidos; el gusto; el olfato, para captar los matices; y la vista, que nos ayuda a reconocer.
El Neuromarketing es una de las disciplinas que más está evolucionando en los últimos años. El análisis del comportamiento del consumidor en directo y con herramientas que permiten conocer las reacciones de los públicos ante los distintos impactos. La importancia de los estudios en este campo de investigación son casi infinitos.
Por ejemplo, en el caso de la gastronomía. Hay elementos que ayudan al consumidor a dirigir sus comportamientos en uno u otro sentido, ya que participan los cinco sentidos: el tacto, al entrar en contacto el cubierto o la mano con los alimentos; el oído, al escuchar los sonidos al masticar; el gusto, por razones obvias; el olfato, para captar los matices aromáticos de la comida; y la vista, que nos ayuda a reconocer los alimentos y a valorar su presentación.
Pero la neurogastronomía ayuda a conocer mucho más que esas simples ideas básicas en cuanto a la influencia de los sentidos en el comportamiento y percepción de los consumidores. Estudiar a fondo cómo se interpreta cada detalle desde el punto de vista de la neurociencia ayuda a que organizaciones dedicadas a la gastronomía puedan asociar distintos valores a los alimentos.
La música o el color del plato ‘modifican’ el sabor
Un ejemplo es el trabajo fin de máster “Neurogastronomía: la influencia del oído y la vista en el sabor”, de la alumna del Máster de Neurociencia de la UNIR Mireia Durà-Castany. Utilizó una reducida muestra para sacar algunas conclusiones sobre las que la neurogastronomía debería trabajar. El sonido es crucial si se come pescado y nos acompaña música de inspiración marítima, ya que para el comensal mejora el sabor del pescado. La forma y el color de un plato pueden hacer más sabroso un bizcocho.
Este concepto se utiliza habitualmente por los grandes cocineros. En su libro “Neurogastronomy: How the Brain Creates Flavor and Why It Matters” (Neurogastronomía: cómo el cerebro crea sabor y por qué es importante), Gordon Shepherd afirma que los alimentos no cuentan con un sabor determinado hasta que no entran en contacto con nuestro sistema sensorial.
Los alimentos no cuentan con un sabor determinado hasta que no entran en contacto con nuestro sistema sensorial”
Es algo con lo que lleva años trabajando el Basque Culinary Center, que hace algo más de 18 meses creó el proyecto ‘Brainy Tongue’, en el que científicos y cocineros comparten conocimiento para identificar problemas y proponer principios que enriquezcan la experiencia gastronómica
El Neuromarketing, por lo tanto, es una disciplina con un futuro tan grande como la investigación pueda sustentar. Existen herramientas de seguimiento y estudio que permiten conocer las reacciones de los consumidores y los usuarios.
Es por eso que en un área tan influida por la importancia que en ella juegan los sentidos, la neurociencia tenga mucho que decir. No es baladí pensar que el Neuromarketing estará hasta en la sopa: en el color del envase, en el sonido que escuchemos al retirar el envoltorio o el sabor estudiado para otorgar matices más o menos naturales.