Román Rodríguez Curbelo
El intérprete de bajo eléctrico Jordi Rexach o el guitarrista Abel Franco, músicos de trayectorias consolidadas, estudiaron en UNIR para ampliar sus visiones del jazz sin aparcar sus obligaciones artísticas.
Abel Franco lleva más de 30 años tocando la guitarra y más de 20 como profesional. Ha participado en proyectos de diferentes estilos musicales y ha tocado con formaciones de rock, pop, jazz, latino, bossa o metal, ente otros estilos. Trabajos discográficos o didácticos y una labor docente desde hace 12 años completan, entre otras cuestiones, la historia laboral del madrileño.
Jordi Rexach, por su parte, imparte clases de bajo eléctrico y contrabajo desde hace 15 años en escuelas privadas, y dirige un estudio de grabación que combina con su faceta de intérprete. Además, ha colaborado como compositor, técnico o intérprete en una treintena de discos y producciones diversas. Retomó igualmente su formación académica en UNIR con el Grado en Música, antes del máster.
Ambos han hablado de su paso por el Máster en Interpretación y Composición de Jazz y Música Moderna de UNIR, que conlleva 19 entregas a lo largo de ocho meses y les permitió compaginar su vida laboral.
Estudiar sin dejar de tocar
Cada semana se hace algo. Los estudiantes interpretan melodías, improvisan en directo, componen según determinadas pautas, arreglan canciones en función de gustos y criterios personales, mejoran la escucha activa y consciente, y graban audios que posteriormente editarán, mezclarán y sincronizarán con vídeos hasta obtener documentos de calidad.
Abel Franco
Franco obtuvo a través del posgrado una visión más unificada de la evolución del jazz a lo largo de la historia. Descubrió, según afirma, nuevos matices y puntos de vista, enfocados sobre todo en el desarrollo de su propio lenguaje como intérprete.
“El temario está concentrado y ofrece la posibilidad de interiorizarlo en los años venideros, lo que me motiva y me parece realmente enriquecedor”, recalca. Y reconoce haber madurado en torno a la clarificación de conceptos, la sencillez en el lenguaje, la precisión rítmica y el desarrollo del fraseo.
Jordi, por su parte, ha profundizado en sus dotes como solista y ha reinterpretado su estilo. También dispone de más herramientas para trabajar con sus estudiantes en las clases de instrumento y aplica nuevos conocimientos en sus solos como intérprete durante actuaciones en vivo.
Entiende, además, que el claustro de profesores ha sido escogido bajo un muy buen criterio, y que cada uno de ellos ha transmitido muy bien sus conocimientos.
Franco coincide. La variedad de instrumentistas (piano, contrabajo y batería) que impartían clase aportaban enfoques distintos que, en última instancia, resultaron enriquecedores.
Además, el posgrado ofrece a los estudiantes desde el año pasado la oportunidad de exhibir ante el mundo sus distintos estilos de jazz. De entre los incontables vídeos de YouTube, una lista de 39 obras recoge algunas entregas de la primera promoción del Máster en Jazz de UNIR.
Guillermo Lacámara, Norberto Moreno, Sergi Gómez, Carlos Rodríguez o Pere Sabaté, entre otros, versionaron clásicos como Blue Monk (Thelonious Monk), In a sentimental mood (Duke Ellington), Freddy Freeloader (Miles Davis), Scrapple from the apple (Charlie Parker) o Black Orpheus (Horace Silver).
La iniciativa fue impulsada por la ilusión del director del Máster en Interpretación y Composición de Jazz y Música Moderna, Lluís Capdevila.
El circuito de jazz en España
Rexach y Franco representan a una generación de jóvenes intérpretes llamada a continuar el legado artístico de los pioneros de este género en España.
Entienden que el jazz es un estilo vivo en España. “Sobre todo desde la década de los 60 y 70, con músicos de la talla de Tete Montoliu, que se codeó con los nombres importantes del momento. Y también por la corriente de jazz-rock y la fusión donde aparecen grandes intérpretes como Carles Benavent”, recuerda Rexach.
El bajista catalán elogia por ello al circuito jazzístico en España. Nuevos músicos jóvenes, como Andrea Motis o Eva Fernández, sorprendieron en su momento por su juventud y su madurez musical. Músicos surgidos, por ejemplo, de la Escola de Música de Sant Andreu (Barcelona), que ahora abarrotan las programaciones de festivales nacionales e internacionales.
Jordi Rexach
El pianista Marco Mezquida o el saxofonista Gabriel Amargant resultan para Rexach artistas muy importantes en la escena jazzística, además de los clásicos Javier Colina, Marc Miralta, los hermanos Rossy o Perico Sambeat, consagrados todos ellos internacionalmente. “¡Y me dejo muchísimos más!”, reconoce divertido el catalán.
Para Abel Franco, sin embargo, el género no es desgraciadamente un estilo mayoritario ni de peso entre las primeras filas del panorama musical español. “Hay en el país una cultura subterránea del jazz que aún sufre el lastre de una mediocridad cultural arrastrada desde hace muchos años”, afirma.
Franco lamenta asimismo que vivir de las grabaciones y de las actuaciones de jazz, más allá de la docencia, resulte “muy complicado” ante la escasez de cachés y de salas centradas en este género. Y menciona al intrusismo laboral como un factor que erosiona la valoración pública del músico profesional y con dedicación completa.
Dificultades añadidas
Tampoco ayuda el “contratiempo” de la pandemia, como lo define Rexach. Los efectos del coronavirus fulminaron los conciertos en vivo, hasta el punto de que muchos artistas se han reconducido desde entonces hacia el directo en internet o hacia proyectos más personales, elaborados desde sus propias casas.
Pero el director del máster, Lluís Capdevila, aporta optimismo: “Prácticamente en cada provincia (de España) hay conciertos de jazz y músicos que pueden interpretar este estilo”, subraya. Músicos que pueden vivir de ese estilo mediante una suerte de equilibrio entre la docencia y los conciertos. “Todo depende de cómo lo haga uno y de sus expectativas de vida”.
El circuito del jazz en España pasa a su juicio por un periodo de transición. Dos corrientes generacionales siguen rumbos distintos, en cierto modo. Los veteranos promovieron esta música cuando la democracia se abría paso en el país, pero ya se han ido o están en retirada. La mayoría eran músicos o aficionados románticos del género. “Hay que agradecerles mucho el esfuerzo por crear festivales o ciclos, y por conseguir dinero público para respaldar esta música”, recalca el pianista.
Por otro lado, se abre camino una nueva generación de entre 20 y 30 años muy formada, muy viajada y de alto nivel interpretativo. “Sin embargo, pienso que aún no se acaba de apostar por el músico nacional, y que normalmente cuando se piensa en referentes (del jazz), seguimos tirando de los norteamericanos y de algunos músicos internacionales”, apunta Capdevila.
Dos generaciones que no han escapado aún de los efectos de la pandemia, que el director del máster interpreta como una especie de prueba: “La mayoría de quienes seguimos no queremos hacer otra cosa”, sentencia.
Influencias
Los tres músicos beben de sus estudios y su arte. Rexach destaca a Kind of Blue (Miles Davis, 1959), Big Band Bossa Nova (Quincy Jones, 1962) o al influyente Invitation (1983) de un histórico Jaco Pastorius como grandes referencias. Pastorius marcó un antes y un después en el bajista catalán con, por ejemplo, su versión y arreglo del tema The Chicken.
A Abel Franco le parece sublime I remember Charlie Parker, de Joe Pass. Heads Up (Dave Weckl), de un claro corte fusión, le hechizó hace tres décadas, y menciona igualmente The Cookbook, de Benson, Somethin’ else, de Adderley, o el gran Wes Montgomery, entre otros muchos.
Capdevila rinde pleitesía a Bill Evans, Keith Jarret, Brad Mehldau o al trombonista Ray Anderson. Aprendió mucho jazz junto a Barry Harris durante dos años, y yendo a casa de Steve Kuhn otro par más.