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La adolescencia, menos dramática con inteligencia emocional

La experta Carmen García de Leaniz aporta técnicas para gestionar mejor las emociones en unos tiempos duros y complicados marcados por la pandemia.

Dos de cada tres adolescentes sufren enfermedades mentales como la ansiedad o la depresión desde que comenzó la pandemia, según informes publicados por Unicef y por la Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes (CANAE).

Los estudiantes definen estos últimos años con las palabras “agobio”, “estrés” o “ansiedad” por, entre otros motivos, el aislamiento y el recorte de sus libertades para salir y divertirse.

Así lo dice la directora del posgrado de Experto en Inteligencia Emocional de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), Carmen García de Leaniz. Asegura que los adolescentes, especialmente en estos tiempos de coronavirus, necesitan recursos que les permitan afrontar sus realidades desde la calma, la confianza y la responsabilidad.

Pero más allá de la pandemia, los adolescentes se enfrentan en esta etapa de su vida a múltiples desafíos que, a su vez, son fuentes de estrés y ansiedad: los estudios y resultados académicos; la preocupación por su imagen y por el qué dirán; la adicción a las redes sociales; y la influencia de los grupos: su integración en ellos y la presión que ejercen en sus decisiones, entre otros factores.

El drama de la adolescencia

Según el artículo “Inteligencia emocional y ansiedad en adolescentes: una propuesta práctica en el aula”, elaborado por los investigadores Martín Sánchez-Gómez, Alba Oliver Casademont, Mireia Adelantado Renau y Edgar Breso, la adolescencia es una etapa especialmente dramática, repleta de tensiones, inestabilidad, entusiasmo y pasiones.

Los adolescentes sufren cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales. Se muestran más sensibles ante sus compañeros y perciben las emociones con mayor intensidad y con más altibajos que un adulto, sobre todo aquellas provocadas por estímulos sociales.

Amplían sus espacios y los intercambios e interacciones sociales, y se debilita la importancia de la familia. En última instancia reevalúan sus valores y su percepción del mundo, de sí mismos y de quienes les rodean.

García de Leaniz subraya que desarrollar la inteligencia emocional en esta etapa convulsa puede ayudar a los jóvenes a gestionar mejor sus emociones (especialmente el estrés y la ansiedad), a cuidar su autoestima, mejorar su rendimiento académico y gestionar mejor sus relaciones sociales. Todo ello conllevaría un fortalecimiento de su salud mental y un aumento de su bienestar emocional.

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¿Por dónde empezar? Un punto de partida puede ser ayudarles a reconocer y expresar sus propias emociones y sentimientos; comprender, aunque parezca complicado, que detrás de una emoción desagradable hay una necesidad latente que deben atender para cuidar su bienestar y su autoestima.

Esta experta considera esencial enseñarles técnicas sencillas para gestionar el estrés y la ansiedad. Hay por lo tanto varios aspectos esenciales a trabajar para poder superar todos los desafíos a los que se enfrentan los adolescentes.

El artículo de Sánchez-Gómez y sus colegas establece también que el mejor método para prevenir estos conflictos propios de la edad se fundamenta en el desarrollo práctico de habilidades socioemocionales en un ambiente positivo y estimulante, como las estrategias SEL (Socio-Emotional Learning), basadas en el concepto de Inteligencia Emocional (IE).

La IE es aquella habilidad para percibir y expresar emociones propias y ajenas con exactitud, para acceder o generar sentimientos que faciliten el pensamiento, y la habilidad para comprender emociones y regularlas, lo que promueve finalmente un crecimiento emocional e intelectual.

Peter Salovey y John Mayer acuñaron este término en 1990 a partir de la propuesta de la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner.

La influencia de las redes sociales

Una situación amplificada por las redes sociales, que condenan a prácticamente todos los adolescentes a una exposición permanente, a mayores miedos y presiones. García de Leaniz aconseja en primer término que padres y jóvenes vean juntos el documental “El dilema de las redes sociales” para facilitar una conversación sobre aquellos aspectos que les puedan estresar o agobiar dentro de las redes, como los “Me gusta”, los comentarios o los silencios.

Una vez identificada la situación desencadenante de estrés o ansiedad, se podrá ayudar a la persona. Por ejemplo, podrán descubrir qué necesidad hay detrás de ese malestar. “Puede ser quizá la necesidad de pertenecer a un grupo de clase o una necesidad de reconocimiento y valoración por parte de sus amigos”, sugiere la académica.

Tomarán conciencia de qué pensamientos aparecen en sus cabezas en esa determinada situación y qué sentimientos están construyendo al pensar así. Comprenderán que una misma situación puede ser interpretada de múltiples maneras, y cómo unas interpretaciones les perjudican y otras les ayudan a alcanzar sus objetivos.

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“Por ejemplo, si pienso que las personas que tienen más likes son mejores que yo o están más valoradas que yo, me sentiré y me mostraré más insegura en el grupo, mientras que si pienso que los likes no definen cuánto me valoran mis amigos, me sentiré y me mostraré más segura con ellos, sintiéndome más integrada”, explica la directora del curso.

Así, podrán por fin descubrir que ellos pueden elegir construir un sentimiento de ansiedad o un sentimiento de confianza en función de sus pensamientos. García de Leaniz entiende que enseñarles y practicar junto a ellos cada día técnicas de relajación y mindfulness les permitirá reducir sus niveles de estrés y ansiedad y potenciará su capacidad para detectar pensamientos tóxicos y evitar que los arrastren.

El papel de los expertos en inteligencia emocional

La directora del curso otorga importancia también a la labor de los expertos en inteligencia emocional respecto a la población de estas edades, porque serán capaces de ayudar a los adolescentes a reconocer y expresar sus sentimientos, analizar por qué se sienten así, les ayudarán a reflexionar sobre qué ha ocurrido concretamente, qué interpretación han hecho de lo sucedido y cómo han reaccionado.

También les podrán ayudar a reflexionar sobre las consecuencias y resultados de sus conductas, valorando en qué medida les acercan o alejan de sus objetivos y necesidades.

Un experto en inteligencia emocional podrá ayudar al joven a marcarse una meta personal y a construir sentimientos de confianza con pensamientos saludables. Por último, el experto podrá ayudar al adolescente a plantearse un plan de acción para alcanzar sus objetivos y hacer seguimiento del cumplimiento de su plan de acción, planteándole preguntas que le permitan valorar su nivel de compromiso y la coherencia que el adolescente está asumiendo consigo mismo, ayudándole así a conectar con su “brújula interior” y a reconducir el rumbo siempre que lo necesite.

Los alumnos del curso Experto Universitario en Inteligencia Emocional online se especializan en el desarrollo de las competencias sociales y emocionales en las personas, los equipos y las organizaciones, y también en la mejora de sus propias inteligencias emocionales.

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