UNIR Revista
La red de centros especializados en psicología ITA y la UNIR repasarán durante las I Jornadas en Salud Mental, entre el 5 y el 6 de octubre, los distintos trastornos psicológicos que han aumentado dramáticamente con la pandemia.
La COVID-19 ha dejado un mundo todavía más impredecible que antes, más complejo. Ante esta nueva complejidad, ya no resulta suficiente para los psicólogos formarse constantemente y descubrir la especialidad que mejor encaje con sus aspiraciones personales y competencias profesionales. Tienen que ser capaces de integrarse en estrategias de tratamiento cada vez más complejas e interconectadas con otras profesiones.
ITA y UNIR buscan reconectar para ello el mundo académico y laboral y evitar en la medida de lo posible que formen compartimentos estancos. La idea es compartir conocimientos y desarrollos, combinándolos y coordinándolos para que respondan a las necesidades de las dos partes.
El propio modelo asistencial de ITA también se mostrará a los participantes. Un método que encaja muy bien con los retos actuales y presentes de los profesionales de la psicología, cuenta el ponente y director clínico de ITA, Antoni Grau.
El modelo que impulsa ITA es “muy integrador”, cuenta el experto, y pone a la psicoterapia en el centro del tratamiento, sin descuidar la participación de otras especialidades científicas, como la medicina, la nutrición, la educación, el trabajo social, la enfermería o la psiquiatría, entre otras.
Los nuevos retos de unos profesionales imprescindibles
La ampliación de perspectivas en cuanto al trabajo interdisciplinar es, de hecho, uno de los grandes retos que tienen los psicólogos en la nueva realidad posterior a la pandemia, un fenómeno global que supuso un estallido de los problemas de salud mental.
Grau subraya la importancia de la ampliación de la perspectiva de los psicólogos a la hora de encarar proyectos profesionales, de la visión holística que, a partir de ahora, y más que nunca, deben aplicar sobre las personas.
“Ya no solo es trabajar con las emociones y los pensamientos. Hemos de entender que todo esto se sitúa y tiene un sentido dentro de un contexto familiar y social determinado”, explica.
Solo entonces podrán abordar los problemas que se les presenten desde un prisma integrador que incluya la labor de educadores, trabajadores sociales, psiquiatras y demás expertos en la vida de las personas.
“En esta nueva realidad, tan compleja, debemos aspirar a una situación del individuo no solo medicalizada ni psicologizada. Ha de estar y mantener a las necesidades del paciente, desde un punto de vista integral, en el centro: su biología, su psique y todos sus condicionantes externos: dónde vive, sus relaciones personales y sentimentales, sus apoyos sociales…”, añade el experto.
Esta nueva asistencia psicológica debe estar al alcance de todos y, para ello, es necesaria una mayor inversión en sanidad pública, pero también de una mayor eficiencia en su gestión, así como más colaboración entre lo público y lo privado, sostiene Grau.
Porque lo esencial es garantizar el acceso universal a la salud mental, más allá de la naturaleza pública o privada de la provisión del servicio. “Si no, las generaciones venideras no nos lo perdonarán”, advierte el psicólogo.
Entorno social y pandemia
La masterclass será también un espacio común para que expertos y asistentes debatan y compartan conocimientos sobre dos materias de especial relevancia y actualidad, entre otras: la situación de la salud mental entre los adolescentes y sobre los trastornos de la conducta alimentaria.
Dos temas que pivotan en torno a contextos similares: el uso sano y equilibrado de las redes sociales y la gestión idónea de los efectos provocados por la pandemia.
Grau no descarta, eso sí, los factores biológicos que predisponen a una persona a padecer estas y otras dolencias. El papel de la fisiología en la depresión, por ejemplo, está bien establecido en la literatura científica. Sin embargo, estos condicionantes organísmicos deben tratarse desde un sentido amplio e interactivo entre naturaleza, mente y cultura.
Porque un cuadro depresivo, continuando el caso, se combate mejor o peor también por otros motivos: presencia o no de familias contenedoras (protectoras, en el buen sentido de la palabra), una vivienda asegurada, acceso a estudios, un buen trabajo…
El perfil de un adolescente, ilustra Grau, es complejo. Su tarea evolutiva gira en torno a dos grandes retos: la diferenciación de su familia, cuando padres y madres ya no son los héroes de la infancia; y la aceptación social, sobre todo de personas cercanas y amistades.
“Por lo tanto, si la familia facilita esa individualización y si se obtiene la aceptación por parte de sus iguales, estos factores contribuirán positivamente al proceso de convertirse en adulto. Pero, si esto no ocurre, pueden desarrollar en ciertos casos problemas de salud mental; que, además, suelen comenzar en esta etapa”, añade el especialista.
La pandemia tuvo un efecto devastador sobre ambas tendencias, dice Grau. Los adolescentes intensificaron durante meses su relación con la familia, en un momento del ciclo vital en el que su interés está en convertirse en un individuo independiente de ella. Además, perdieron el contacto social con su grupo de amigos, quedándose sin uno de los principales factores de protección y apoyo frente a determinadas amenazas a su salud mental.
Estas pérdidas, especialmente entre los individuos más sensibles, junto al aumento de la imprevisión, quizá estén en la base del aumento dramático de los problemas de salud mental graves en esta etapa de la vida.
Los peligros de las redes sociales
Las redes sociales provocan un efecto amplificador sobre estas fragilidades. Son desde hace tiempo el principal canal de comunicación entre los jóvenes, quienes generalmente son, además, hipersociales. Pero implican ciertos riesgos.
Porque un posible rechazo social ya no solo puede provenir de amigos cercanos, sino de cientos o miles de seguidores, un rechazo masivo que multiplicará igualmente la reacción del adolescente ante él.
Este efecto amplificador de las redes es todavía más profundo entre adolescentes que padecen trastornos alimentarios. Grau detalla algunas características generales de estas personas:
- Excesivamente perfeccionistas.
- Fuerte necesidad de control sobre diferentes áreas de la vida.
- Autoestima y personalidad construidas sobre las opiniones ajenas.
- Miedo a madurar y a asumir responsabilidades adultas.
Se suman, además, las responsabilidades propias de un mundo mucho más grande que el de la infancia y cuyas reglas muchas veces desconocemos toda la vida.
Para Grau es igual de innegable, además, la influencia social del ideal estético asociado a la delgadez, fundamentalmente femenino. Y la presión hacia la apariencia, no tanto hacia el ser. “Precisamente de eso va el trastorno alimentario: de aparentar. Detrás de eso hay muchísimo sufrimiento”, detalla Grau.
La Jornada incluirá también durante su último día una mesa sobre problemas de salud mental de elevada complejidad, a cargo de la directora asistencial de ITA, Mercedes Jorquera, la psiquiatra Lola Moreno y la coordinadora clínica de Trastornos de la Personalidad de ITA, Ana Rodríguez.