Román Rodríguez Curbelo
La estudiante de UNIR recuerda cómo este posgrado le dotó conocimientos indispensables para su labor profesional.
Cecilia Jiménez comenzó con 17 años a colaborar como voluntaria en varias asociaciones con el deseo de ayudar, entender y mejorar la vida de las personas. Esa inquietud la llevó a estudiar psicología y a desarrollar distintos proyectos educativos y de rehabilitación durante sus prácticas.
Quiso entonces investigar, pero no pudo. Siguió formándose y trabajó en ámbitos de la delincuencia de menores, en drogodependencias y en enfermedades mentales. Después creó su propia consulta, un programa de apoyo psicosocial y educativo para niños y adolescentes, y una escuela de salud familiar.
Fue una etapa exitosa, llena de descubrimientos, cuenta Jiménez. Impulsó luego un programa de liderazgo y emprendimiento en adolescentes, “De la queja a la innovación”. Y, por último, su actual empresa, The Fenix Way, con un programa de mejora continua e innovación.
Un máster novedoso y flexible
“Ante las exigencias de este nuevo programa y la necesidad de investigar formalmente lo que había descubierto, decidí empezar el Máster en Investigación en Psicología de UNIR”, asegura.
Una investigación que, desde su punto de vista, consigue que los estudiantes se cuestionen las mejores opciones para solucionar problemas, y descubrir tendencias e intuiciones aún no descubiertas o susceptibles de mejorar. Jiménez quería avanzar, pero se percató de que le faltaban herramientas y conocimientos.
Cecilia Jiménez, psicóloga
“Por eso decidí hacer este máster. Deseaba investigar los procesos que iba descubriendo y probar lo que parecía que funcionaba, pero mi mente científica necesitaba demostrar con fiabilidad y validez que efectivamente era así y no tenía del todo claro cómo hacerlo. Me interesaba, además, lo más avanzado en psicología. Con este posgrado encontré lo que necesitaba”, subraya.
Alcanzó así conocimientos y herramientas de investigación pioneras, una atención y un apoyo excelentes para conseguir sus objetivos y una vía muy clara para acercar la investigación y la aplicación de su disciplina con la excelencia que merece. Además de una puerta directa hacia el doctorado, añade.
Y lo compagina todo con sus labores profesionales. Para Jiménez está siendo un gran reto, aunque reconoce que lo está logrando. Disfruta cada día de lo que estudia. “Incluso comparto lo que aprendo con mis hijos y con mi equipo de trabajo. Al fin y al cabo, la mente investigadora se puede aplicar en cualquier ámbito”, apunta.
La importancia de la investigación
“La investigación en psicología es clave para el avance humano”, recalca la experta. Los psicólogos también intuyen lo que puede o no funcionar, pero resulta necesario contrastar, reducir los sesgos personales al mínimo y desvelar así los patrones que los rigen junto a la comunidad científica.
La idea es discernir con fiabilidad lo correcto de lo incorrecto. Y, en base a eso, diseñar y establecer programas eficaces de intervención, tratamiento y mejora. Jiménez entiende que por eso es tan importante que cada vez más colegas de la profesión se acerquen a la investigación.
Garantizarían, en su opinión, el buen funcionamiento y la base científica imprescindible de sus nuevos procedimientos, más allá de intuiciones o visiones estrictamente personales.
Para Cecilia Jiménez sigue siendo primordial entender el comportamiento humano. Destaca que se ha avanzado en muchos aspectos, pero que se siguen tomando decisiones muy condicionadas y sesgadas.
“Esto hace que la sociedad en sí misma y las propias personas acaben teniendo una sensación de desamparo con su propia vida, una sensación de incapacidad e indefensión”, añade.
Se pregunta en esa línea qué debe tener una persona para ser un verdadero científico, si se nace siéndolo o se puede aprender. Cree incluso que la mente científica, investigadora y exploradora apenas ha sido estudiada.
“Entender esto es clave para que la pseudociencia no acabe matando al método científico por la inmadurez y la falta de ética de quien lo aplica”, destaca.
Por otro lado, considera que otro asunto de suma importancia a la hora de investigar es el papel de la juventud. Los jóvenes viven hoy con más facilidades que generaciones anteriores, pero también padecen mayores situaciones de estrés, acoso y violencia.
La estudiante del posgrado de UNIR también estima que la psicología aplicada debe estar informada de forma más ágil y sencilla sobre los últimos descubrimientos en psicología para aplicarlos con garantías. Convendría por ello analizar y sintetizar la investigación realizada hasta ahora a través de revisiones sistemáticas y metaanálisis.
Los retos que provocó la pandemia
Estrés, depresión y dificultades de sueño, comunicativas y organizativas. Tristeza, soledad, angustia. Los grandes problemas que ha desencadenado la pandemia están bastante claros. Pero el modo de trabajar de los profesionales de la psicología ha cambiado.
“Ahora, más que nunca, es importantísimo mostrar cercanía en los tonos de voz, los gestos y las palabras, para que las personas tras una pantalla se sientan acogidas y acompañadas en una situación tan difícil”.
En el aspecto más laboral, los psicólogos debieron ayudar a las empresas a trabajar en equipo durante lo peor de la pandemia y a distancia, lo que al principio supuso un “gran reto” para todos.
Jiménez cuenta que los equipos mostraban dificultades no detectadas al trabajar presencialmente, les costaba desconectar y comunicarse. “Han sido años de adaptación e investigación de alternativas viables, encontrando el equilibrio entre reuniones, formaciones y trabajo individual”, añade.
“Cuando trabajaban presencialmente, no percibían problemas de comunicación que, aunque se tenían, quedaban en un segundo plano. Solo se sabía que había un problema de equipo sin solucionar, dado que los resultados no eran los esperados. Pero no se atribuían a la comunicación porque físicamente tenían la sensación de estar en contacto y aclarar dudas”, aclara la académica.
Al trabajar a distancia no se tenía en muchos casos un contacto tan estrecho y se detectó el “verdadero problema de comunicación”, según Jiménez, en la falta de un lenguaje común de equipo y de mensajes claros y específicos enfocados hacia el resultado y hacia la motivación a la acción.
Una investigación que, según la especialista, era necesaria realizar. Pero muchos psicólogos no tenían la formación necesaria para ello, lo que a veces les hacía avanzar dando palos de ciego.
Otro reto que apunta la psicóloga fue enseñar a las personas a equilibrar sus vidas personal y laboral porque, entre otras razones, la desconexión del trabajo resulta más difícil cuando se hace desde casa y el nivel de estrés, además, “está por las nubes”.
Los psicólogos hemos sido claves en la adaptación a un entorno laboral más difícil
O enseñar a los directores a adaptarse a un entorno más difícil, a equilibrar el apoyo y la supervisión de sus equipos, y a enseñarles una comunicación más eficaz, clara y cercana a través de una pantalla.
“Hemos sido claves en este proceso y ahora hay una segunda pandemia psicológica, hay más demanda, pero en muchos casos llega tarde”, afirma Cecilia Jiménez. Era un problema predecible, desde su punto de vista, pero se primó la salud física por encima de la psicológica y se trató a ambas como cuestiones separadas.
Eso ha creado muchos efectos secundarios psicológicos, dice la estudiante de UNIR. “Aún queda un largo camino por recorrer para reconocer que un psicólogo contribuye a mantenernos sanos, no sólo para tratar la enfermedad”, concluye.