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La competencia parental es el conjunto de capacidades que permite a los padres afrontar de modo flexible y adaptativo la crianza y educación de sus hijos.
Se denomina competencia parental el conjunto de habilidades que permiten y facilitan el cuidado, la crianza y la educación de los hijos. Estas competencias permiten a los progenitores afrontar la tarea de criar a los hijos de forma flexible y, sobre todo, adaptativa. Es decir, permiten enfrentarse a las diferentes situaciones y a cambios que, sin duda, acontecerán durante la infancia de los menores.
Cualquier habilidad o capacidad que facilite y capacite a los padres para la crianza de los hijos se puede considerar una competencia parental. Sin embargo, las siguientes competencias parentales son las que destacan sobre el resto, debido a la especial importancia que tienen en la crianza y cuidado de los niños:
- Inteligencia emocional: hace referencia al conocimiento y la correcta gestión de las emociones.
- Capacidad de apego: se trata de la capacidad de los padres a la hora de crear un vínculo o lazo afectivo con sus hijos.
- Empatía: es la capacidad de los padres de ponerse en el lugar de sus hijos, lo cual les permite comprender mejor sus emociones, sentimientos, miedos y necesidades.
- Autocontrol: permite la correcta gestión de los impulsos y de la asertividad a la hora de educar a los hijos.
- Manejo del estrés: permite la gestión de situaciones en las que no se tiene el control y capacita a los padres para planificar.
- Capacidades educativas: incluyen diversas capacidades relacionadas con la información que los padres deben tener para cuidar y criar correctamente a sus hijos. Por ejemplo, información relativa al manejo del niño, el cuidado físico de los menores, aspectos relacionados con su seguridad o con su expresión emocional, entre otras.
- Capacidades sociales: destacan la capacidad del reconocimiento de emociones y la gestión y solución de problemas interpersonales.
¿Qué competencias parentales deben desarrollar los padres, madres y cuidadores?
En general, podemos decir que los padres y los cuidadores de los niños deben desarrollar todas aquellas competencias parentales que sean necesarias para el correcto desarrollo del niño.
En ese sentido, el punto esencial que sirve de referencia son las propias necesidades del niño, y no las del adulto. Así pues, para definir correctamente cuáles deben ser las competencias parentales más adecuadas habrá que tomar como referencia las necesidades concretas de cada niño. En algunos casos, esta tarea puede ser compleja, por ejemplo, si el niño tiene algún tipo de necesidad especial.
La evaluación de las competencias parentales la debe realizar siempre un profesional, es decir, un psicólogo o pedagogo. Esta puede variar según las características de los niños y de los adultos que se vaya a evaluar.
No obstante, esta siempre consta de dos herramientas básicas:
- Entrevistas personales: permiten al profesional conocer al adulto y sus capacidades a la hora de asumir competencias parentales.
- Exámenes adaptados: los exámenes son pruebas estandarizadas que aportan información fiable y muy concreta sobre las competencias parentales que se quieren evaluar.
¿Cómo trabajar las competencias parentales?
Al igual que sucede con otras disciplinas, las competencias parentales se pueden adquirir y mejorar. Para ello, lo más recomendable es contar con la guía y el asesoramiento de psicólogos y pedagogos, que realicen la evaluación de las competencias correspondientes y, a continuación, determinen cuál es la mejor forma de trabajar las competencias concretas que se quieren adquirir o desarrollar.