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La pérdida de un ser querido, los problemas de salud o la soledad pueden ser algunos de los detonantes de los problemas de depresión en ancianos.
La depresión es una de las enfermedades con mayor prevalencia en la sociedad mundial. Se trata de un problema creciente que no entiende de edades y se puede presentar en cualquier momento del período vital. El incremento de la esperanza de vida hace que cada vez sean más las personas mayores de 65 que lo padecen, lo cual conlleva que se deba abordar con especial atención la incidencia de la depresión en ancianos.
Aunque se trata de un período en el que la llegada de la jubilación se considera una fuente de bienestar, lo cierto es que no siempre es así. Posibles problemas físicos, dolencias o trastornos crónicos, la pérdida de seres queridos o la incapacidad para realizar ciertas actividades pueden implicar una pérdida de bienestar y acabar derivando en un problema de depresión. Además, algunos estudios apuntan que ciertos cambios corporales asociados con el envejecimiento incrementan el riesgo de padecer la enfermedad.
Identifica los síntomas
En ancianos, al igual que en cualquier otro grupo de edad, es importante saber detectar la depresión para poder abordarla. La apatía, el sentimiento de tristeza, las dificultades de concentración, el insomnio, la ansiedad o la baja autoestima son síntomas frecuentes de depresión que sirven de señal de advertencia.
Más allá de los síntomas habituales, en edades avanzadas es frecuente la presencia de síntomas psicóticos, sobre todo, en los casos más graves. Otros indicios de depresión en ancianos son las manifestaciones psicomotoras, la pérdida de apetito, los cambios en el umbral de dolor sin razón aparente y las quejas somáticas.
También son frecuentes las dificultades neuropsicológicas, tales como la dificultad para mantener la atención o para tomar decisiones, la lentitud en el procesamiento de la información y los problemas en la memoria a corto plazo.
El diagnóstico de la depresión en ancianos es algo más complicado que en etapas anteriores. La similitud entre sus síntomas y las señales del envejecimiento, las somatizaciones desproporcionadas o la escasa expresión de la tristeza son algunos de los aspectos que dificultan la identificación del trastorno. En ese sentido, es crucial que las personas cercanas sepan ver las señales y acudan a un profesional de la psicología para reconocer y abordar el problema.
La psicoterapia es el tratamiento que ha demostrado una mayor eficacia en la depresión en ancianos. En concreto, la terapia cognitivo-conductual es la que más beneficios aporta. El objetivo del tratamiento es enseñar al paciente nuevas formas de pensar que le ayuden a cambiar sus hábitos y entender las situaciones de otra manera. Es importante señalar que el inicio de las mejoras en ancianos suele tardar más tiempo en producirse que cuando la depresión se da en adultos o jóvenes.
¿Cómo puedo ayudar a una persona mayor con depresión?
Una característica habitual de las personas que sufren depresión en edades tardías es que suelen ser reacios a reconocerlo y recibir ayuda. La compañía, el respeto y la comprensión de las personas cercanas es fundamental para que se pueda abordar la enfermedad. Al respecto, algunos consejos para tener en cuenta son:
- Muestra disposición a ayudar: es importante demostrarle a la persona que no está sola.
- Sé una buena compañía: aunque muchas veces suele rechazar la presencia de otros, la persona con depresión agradece la compañía de gente cercana.
- Respeta: es clave no emitir juicios de valor sobre la situación y no realizar ningún tipo de atribución interna.
- Genera estímulos: la activación conductual ayuda, por lo que proporcionar momentos placenteros es una buena vía para que el paciente mejore. Puede ser mediante la música, la realización de alguna actividad o el recuerdo de buenos momentos compartidos.
- Proporciona información: los ancianos pueden ver la enfermedad como una señal de debilidad. Facilitarles información sobre la patología y el tratamiento es otra buena forma de asistencia.
A veces, el deseo de ayudar puede que no se canalice de manera adecuada. La incomprensión de la situación, la falta de conocimiento o la emisión de mensajes inadecuados convierte la ayuda en perjuicio. Es por eso por lo que se deben evitar errores como banalizar la depresión, presionar a los pacientes para que hagan ciertas cosas o caer en una sobreprotección excesiva.
En resumen, el problema de la depresión es, en la actualidad, uno de los asuntos más importantes de nuestra sociedad y la depresión en ancianos, en particular, requiere de un tratamiento adecuado y de la presencia de una red cercana de apoyo para conseguir mejoras.