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La doble cara de la Navidad: entre la realidad y la idealización

Las fiestas navideñas son una oportunidad única para reflexionar, reconectar y reconstruir relaciones, empezando por uno mismo. Para todos, y especialmente para aquellos que sufren estrés y ansiedad en estas fechas, es fundamental replantearse las expectativas y priorizar lo que realmente importa.

Reconocer que el estrés y la ansiedad son comunes puede ayudarnos a ser más compasivos con nosotros mismos y con los demás.

Las festividades, en especial la Navidad, evocan una imagen idealizada de calidez, reunión familiar y celebración. Las luces decorativas, los villancicos y los gestos de generosidad parecen trazar un cuadro perfecto de amor y alegría. Esta situación nos ha sido impuesta, en buena parte, por la construcción del imaginario colectivo en que participan desde los centros comerciales hasta los agentes sociales y políticos.

Sin embargo, para muchas personas, esta época puede convertirse en un terreno fértil para el conflicto, el estrés y la ansiedad. La distancia entre lo que “debería ser” y lo que “es” genera tensiones que, en lugar de unir, pueden fracturar aún más las relaciones personales. La presión por cumplir las expectativas de perfección podríamos decir que es una de las mayores fuentes de estrés durante las festividades. No hay nada más quebradizo y doloroso que una expectativa familiar frustrada (si se esperaba como positiva).

Las redes sociales y la publicidad nos bombardean con imágenes de cenas familiares impecables, regalos perfectos y momentos inolvidables. Esta narrativa de perfección ejerce una carga emocional significativa, especialmente sobre quienes no pueden o no desean replicar ese modelo idealizado. Nos hacen sentir muchas veces como “perdedores” o como “personas fuera del sistema” y eso añade una tensión subyacente a muchos procesos sociales, cuando no son optativos.

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La organización de vacaciones con los compañeros de trabajo, compartir los décimos de la Lotería de Navidad y la compra de regalos se unen a una lista interminable de tareas que abruman a muchas personas. La economía también juega un papel crucial. En un contexto de inflación y crisis económica, el esfuerzo por cumplir con las expectativas materiales puede generar sentimientos de insuficiencia y frustración o de coste de oportunidad, que lleven también a generar problemas en otros contextos de la familia, más con la pareja o los padres.

Problemas psicofisiológicas

Las reuniones familiares son el corazón de las festividades, pero también pueden ser un campo de tensiones. Viejas rencillas, diferencias de opinión y conflictos no resueltos suelen salir a la superficie cuando las familias se reúnen bajo un mismo techo. En un ambiente cargado de expectativas de unidad, cualquier discrepancia puede sentirse más intensa. Para quienes han perdido a un ser querido o tienen relaciones familiares distantes, la Navidad puede acentuar sentimientos de soledad y melancolía.

El contraste entre la alegría aparente de los demás y el propio malestar emocional puede ser especialmente difícil de manejar, ya que la presión social ejerce una gran influencia para todos. Somos seres sociales y nos moldeamos con el contexto, por lo que es muy probable que esto nos afecte [spoiler: esto le afecta también al que escribe estas líneas por humanizar la historia y ver su conexión con la realidad].

El estrés durante las festividades no solo afecta a las emociones, también puede tener consecuencias psicofisiológicas. Dolores de cabeza, insomnio, tensión muscular e incluso enfermedades relacionadas con el sistema inmunológico pueden ser el resultado de un periodo prolongado de estrés (somatización). Además, el consumo excesivo de alcohol, tabaco y alimentos poco saludables, algo común en estas fechas, puede agravar aún más los problemas de salud o los achaques.

Las festividades también pueden desencadenar episodios de ansiedad social, especialmente para quienes tienen dificultades para interactuar en grandes grupos o situaciones familiares tensas. La expectativa de comportarse de cierta manera, de mantener conversaciones “adaptadas” y de cumplir con las normas sociales puede ser abrumadora. Incluso en el caso “de aceptarlo y pasar por ello”, el coste emocional para muchas personas es elevado.

Todo esto, según el parecer de quién escribe, se explica porque la Navidad simboliza ideales universales de paz, amor y generosidad, pero estas aspiraciones a menudo chocan con la realidad. Esta disparidad puede generar un sentimiento de desilusión. Muchas personas se preguntan: “¿Por qué no puedo sentir la felicidad que se supone que debería experimentar?”. Esta brecha entre el “deber ser” y el “es” también afecta a las relaciones de pareja y con las amistades. Las festividades pueden sacar a la luz las diferencias en valores, prioridades y estilos de vida. En lugar de unir, estas discrepancias pueden amplificar la distancia cognitiva y emocional entre personas queridas y cercanas, sean familia consanguínea o familia social.

Consejos y reflexiones para las festividades

A pesar de estos desafíos, las festividades también ofrecen una oportunidad única para reflexionar, reconectar y reconstruir relaciones, empezando por uno mismo. Para aprovechar este potencial, es fundamental replantearse las expectativas y priorizar lo que realmente importa:

  1. Simplificar las expectativas: No todo tiene que ser perfecto. Priorizar momentos significativos sobre detalles superfluos puede reducir la presión y aumentar la satisfacción.
  2. Establecer límites: Es importante reconocer nuestras propias necesidades y comunicar los límites de manera asertiva. No es necesario asistir a todas las reuniones ni cumplir con todas las demandas externas. Elige las “batallas”. Mejor un aperitivo rápido y significativo, que una larga jornada llena de conflictos. Menos, muchas veces, es más, al menos en calidad.
  3. Fomentar la gratitud: Centrarse en lo que se tiene, en lugar de lo que falta, puede cambiar la perspectiva y mejorar el bienestar emocional. También es importante señalar varios rangos del mindfulness en esto: disfrutar el momento y ser autocompasivos. Este segundo punto se centra en relacionarse con uno mismo de forma amable, comprensiva y no juzgarse duramente ante el sufrimiento o los errores en estos momentos.
  4. Buscar ayuda si fuera necesario: Si el estrés o la ansiedad son abrumadores, buscar apoyo profesional puede marcar una gran diferencia. Psicólogos clínicos pueden proporcionar herramientas para afrontar estos desafíos.
  5. Conectar con el propósito de las festividades: Recordar los valores fundamentales de las celebraciones, como la conexión y la solidaridad, puede ayudar a redirigir el enfoque hacia lo esencial, hacia valores más trascendentes, que ayuden a dotar de sentido nuestro quehacer.
  6. Crear espacios de autenticidad: En lugar de intentar encajar en un molde predeterminado, las festividades pueden convertirse en una oportunidad para crear tradiciones propias y significativas. Encontrar un sentido compartido y redibujar ese “imaginario colectivo” para hacerlo “nuestro imaginario”. Esto puede incluir actos simples como compartir un momento de reflexión, apoyar a quienes lo necesitan o disfrutar de actividades que verdaderamente aporten alegría.

La singularidad familiar

En resumen, la clave está en aceptar que no existe una forma “correcta” de celebrar. Cada persona y cada familia tienen la libertad de definir lo que las festividades significan para ellas, sin compararse con estándares externos. Las festividades, con todas sus luces y sombras, son un reflejo de nuestra humanidad. Pueden sacar lo mejor y lo peor de nosotros, pero también ofrecen una oportunidad para crecer, aprender y conectar.

En este periodo, la verdadera magia radica en abrazar la imperfección y encontrar belleza en los momentos simples y genuinos. Reconocer que el estrés y la ansiedad son comunes puede ayudarnos a ser más compasivos con nosotros mismos y con los demás. Al final, lo importante no es cumplir con un ideal, sino encontrar maneras de vivir estas fechas con autenticidad, gratitud y amor.

(*) Joaquín Manuel González Cabrera es docente e investigador de UNIR. Doctor en Psicología Social y Metodología de las Ciencias del Comportamiento. Ha cursado un Máster en Intervención Social y otro en Salud Pública y Epidemiología. Terrorismo, estrés y riesgos psicosociales son algunas de sus líneas de investigación.

  • Facultad de Ciencias de la Salud

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