Belén López Moya
Anorexia, bulimia, problemas de obesidad, vigorexia... Los casos de trastorno de la conducta alimentaria (TCA) no dejan de aumentar entre la población. La especialista Belén López Moya hace un análisis de situación.
En los últimos años ha aumento de manera considerable la incidencia de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Dentro de estos trastornos, los más comunes son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón.
Podríamos hablar de dos grandes grupos de trastornos alimentarios. En uno de los grupos el síntoma principal es la restricción, es decir, la persona realiza una ingesta de alimentos inferior a lo que necesita para mantener su actividad y estado de salud (anorexia nerviosa).
En el otro grupo, el síntoma principal son los atracones. Dentro de este último estarían: la bulimia nerviosa, en el que se dan conductas compensatorias tras los atracones (vómitos, uso de laxantes y diuréticos, ejercicio físico excesivo, restricción…) y el trastorno por atracón, en el que la persona tiene atracones sin conductas compensatorias.
La situación que provocó el Covid y las consecuencias derivadas de la pandemia, pueden explicar parte del incremento de casos de trastornos alimentarios. Esta situación supuso diferentes cambios que favorecieron este repunte de TCA. Por un lado, fue mayor el tiempo que debíamos estar en casa, lo que llevó a un aumento de los conflictos en algunas familias, al reducirse la posibilidad de encontrar vías de escape y fuentes de apoyo alternativas.
Muchas personas iniciaron una dieta hipocalórica o una mayor actividad física (como forma de compensación), por la idea de no estar tan activo o por haber aumentado de peso previamente, debido a una mayor ingesta de alimentos por el estrés asociado. Por otro lado, la disminución de las actividades derivó en un mayor tiempo para pensar, aumentando la conexión con conflictos internos o situaciones difíciles. Además, aparecieron nuevas y mayores problemáticas (económicas, pérdida de seres queridos…).
Todas estas situaciones influyeron en el desarrollo de nuevos casos de trastornos alimentarios. El factor desencadenante más relacionado con el inicio de un trastorno de la conducta alimentaria es comenzar una dieta, y son muchas las pacientes que acuden a consulta y refieren que en ese período hicieron cambios alimentarios, ayunos intermitentes, etc.
Esta situación asociada a la pandemia, nos hace ver que los TCA tienen un origen multifactorial, estando implicados tanto factores biológicos, como psicológicos, familiares y socioculturales. Por este motivo, para una adecuada intervención, es necesario abordar los distintos factores asociados al inicio o mantenimiento del cuadro, así como realizar un trabajo transdisciplinar (psicología, nutrición, psiquiatría, endocrinología…).
Desde hace unos años se le está dando una mayor relevancia a los factores familiares. Existen diferentes terapias para trabajar con la familia: la terapia familiar sistémica, el modelo MANTRA, la terapia basada en la familia y la terapia familiar centrada en las emociones, entre otras.
La familia puede tener un efecto terapéutico muy importante, o, por el contrario, no trabajar ciertos aspectos familiares puede ser un mantenedor del TCA. Es necesario que se le pueda poner nombre al problema y se pueda hablar de ello con todos los miembros.
Se busca llegar a un equilibrio entre la acción e inacción por parte de la familia, ya que ambos extremos no ayudarían al paciente. Temporalmente, en niños y adolescentes y, en momentos más críticos en adultos, los padres o familiares asumen un papel más asertivo y se pone el foco en la alimentación y síntomas. La idea sería que el paciente, sobre todo cuando se trata de un adulto, pueda ir asumiendo la responsabilidad de realizar las ingestas y disminuir los síntomas alimentarios, logrando un control interno.
Hay que cuidar el no culpabilizar a la familia. Existen factores familiares que han podido influir, además de otros, y, trabajarlos y abordarlos permite una buena evolución. Los familiares serían aliados que pueden ayudar a que la persona mejore. Para ello se interviene sobre aspectos como la comunicación y ciertas dinámicas que pueden estar manteniendo el problema.
Por ejemplo, es frecuente que los familiares pregunten repetidamente si el paciente ha comido o insistan en que coma o traten de que no tenga otro tipo de síntomas como atracones o vómitos, algo que es totalmente esperable desde la preocupación del familiar.
Este tipo de conductas no ayudan, sino que tienen un efecto contrario al buscado, por las dinámicas que generan. A menudo, el TCA ha promovido el establecimiento de reglas, roles y una organización familiar específica, por lo que se buscan cambios en las interacciones familiares.
Una cuestión importante es promover la autonomía del paciente y su diferenciación respecto a su familia de origen, algo que con cierta frecuencia vemos que no se ha podido realizar de forma completa.
Se puede intervenir desde diferentes formatos, tanto con entrevistas unifamiliares (con el paciente y su familia), para un trabajo más profundo y específico de cada caso, como en un formato grupal.
A nivel grupal con los familiares, se trabajan aspectos más psicoeducativos, para lograr una mayor comprensión del trastorno que tiene el paciente, y que, desde esa comprensión, los familiares puedan tener conductas que ayuden más a la persona con TCA (aspectos generales de los trastornos alimentarios, modelos explicativos, efecto de la dieta y restricción, importancia de realizar las cinco ingestas…).
Esta intervención grupal para familiares también posibilita el trabajo con las dificultades y el malestar propio del familiar, derivados de la situación generada por el problema alimentario, o de otros que ya se daban previamente. También se interviene sobre aspectos como el propio autocuidado o la importancia dada a la figura y el peso en la propia familia.
Otro formato son los grupos multifamiliares, espacios terapéuticos en los que están tanto pacientes como familiares. Se pretende trabajar principalmente aspectos de tipo relacional (resolución de conflictos, jerarquías, dinámicas entre los miembros, proceso de autonomía, reparación del vínculo…). Tienen la ventaja de que facilita la identificación y conexión con aspectos propios, que a veces son más complicados de ver dentro de la propia familia.
Como hemos visto, es necesario un abordaje integral de los trastornos de la conducta alimentaria, siendo el trabajo con la familia uno de los componentes esenciales que posibilitará una buena evolución, así como la prevención de recaídas.
Belén López Moya.
(*) Belén López Moya es psicóloga especialista en Psicología Clínica vía PIR (Hospital Universitario Ramón y Cajal (2014). Doctora por la Universidad de Granada (2016). Facultativo especialista en Psicología Clínica, con experiencia de más de 10 años en diferentes dispositivos de salud mental y, desde 2018, en la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Universitario Santa Cristina.
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