Laura Vivas
Aprender a gestionar nuestras emociones y a entender las de los demás es una capacidad imprescindible a desarrollar si queremos mejorar nuestra vida diaria.
Para ello, es importante adquirir una serie de hábitos e incorporarlos en nuestra cotidianidad.
Ante todo, somos personas. Y esa característica tan obvia y determinante predomina en todos los roles que cumplimos en nuestra vida. Somos personas con emociones que se manifiestan en cada una de las acciones que realizamos y las relaciones que tenemos. Y cómo gestionemos esas emociones incide en la cotidianidad de cada uno, ya sea a nivel profesional o personal. Ahí es cuando entra en juego nuestra inteligencia emocional.
Para la directora del Experto Universitario en Inteligencia Emocional (IE) de UNIR, Carmen García de Leaniz, la IE es “la capacidad de ser consciente y gestionar tus emociones y las de los demás para cuidar tu equilibrio emocional, orientarte hacia tus objetivos y construir relaciones sanas y positivas”.
Desde que el término fue popularizado en los años 90 por Daniel Goleman en su libro Emotional Intelligence se ha ido extendiendo su aplicación pero, en realidad, la inteligencia emocional es una capacidad que puede ser innata en muchas personas. Si no es así, puede y debería desarrollarse, ya que ser conscientes de las mejoras que nos aporta y saber cómo aplicarla incrementará en gran medida la calidad de nuestras vidas.
La inteligencia emocional en el día a día
Desde despertarse con un humor regular debido a una mala noche hasta enfrentarse a una situación difícil y compleja en el entorno familiar, aplicar la inteligencia emocional siempre pasa por gestionar lo que sentimos. Y esto, como explica García de Leaniz, se realiza mediante el desarrollo de distintas capacidades:
La consciencia de uno mismo:
Un proceso que se inicia realizando prácticas para autoconocernos, teniendo claras nuestras fortalezas y debilidades, lo que nos caracteriza como individuos y las capacidades con las que contamos. Saber que soy bueno planificando a medio plazo pero no sé mantener el orden en casa y necesito ayuda; que los espacios llenos de gente y bulliciosos me generan aprensión y debo ir a alguno en un momento dado, forma parte de nuestra lista de autoconocimiento.
La gestión de uno mismo:
Cuando nos conocemos lo suficiente podemos aplicar distintas herramientas para gestionar lo que sentimos. Estas herramientas pueden ser múltiples y variarán en función de lo que le beneficie a cada uno. Técnicas de respiración y meditación, mindfulness, ejercicios de consciencia y visualizaciones son algunas de ellas. Quizás te sirva imaginar que solventas una situación difícil que estás viviendo en tu vida real. La visualización te dará ideas creativas para encontrar soluciones; dedicar 5 minutos cada mañana a realizar respiraciones y las afirmaciones positivas puede cambiar la perspectiva de tu día.
Las competencias sociales:
De la misma manera que ocurre todo el proceso anterior de forma individual, es imprescindible ser conscientes de las emociones de las personas que nos rodean. La empatía, referida a la capacidad de ponernos en el lugar de los demás, resulta básica para ello. Aprender a escuchar las necesidades ajenas, entender otros puntos de vista, saber expresar frente a los demás las propias necesidades, con respeto hacia los otros y hacia uno mismo. Nunca será lo mismo analizar una situación únicamente desde nuestro punto de vista que verla también desde la perspectiva de la otra persona involucrada. Sentir que te escuchan siempre te hará sentir mejor e incluso te puede ayudar a aclarar ideas.
Búsqueda de soluciones:
A partir de los tres puntos anteriores, el objetivo es aprender a reconocernos y después establecer posibles respuestas que nos beneficien y que sean respetuosas para todos los implicados, nosotros mismos y las otras personas involucradas. Muchas veces, a lo largo de nuestras vidas, comprobamos que, disponernos a buscar soluciones respetuosas ampliará nuestra perspectiva y nos dará soluciones que nos hagan sentir mucho mejor con nosotros mismos.
Hablamos de un proceso que dura tanto como nuestro desarrollo emocional, es decir, toda nuestra vida. Llevarlo a cabo implica mirar hacia dentro, ser conscientes de que nos enfrentaremos también a nuestras emociones negativas y debemos aceptarlas para observarlas, trabajarlas y convertirlas en un resultado positivo.
De esta forma, entenderás las razones de tus conductas y las de los demás, también. Esto mejorará todos los aspectos de tu vida cotidiana, hará que mires tus reacciones con compasión para mejorarlas y conseguirá lo que todos buscamos: mirarnos con satisfacción al finalizar cada día, no importa que no haya sido el mejor.