Francisco Oleo
Las autolesiones y los intentos de suicidio no dejan de crecer entre niños y adolescentes. El psiquiatra Hilario Blasco, que participa en las primeras jornadas que organizan UNIR y Grupo ITA sobre este problema, nos da las claves sobre un drama que ejemplifica como pocos el fracaso de las sociedades modernas.
¿Qué estamos haciendo mal? Un 20% de nuestros jóvenes se autolesionan y un 3% intenta suicidarse a lo largo de su vida. Las enfermedades mentales son la nueva epidemia del siglo XXI. Una plaga cada vez menos silenciosa que la pandemia de Covid ha traído a la primera línea del debate social y que será el centro del debate en las “I Jornadas sobre Autolesión y Conducta Suicida: Situación Actual y Manejo en la Práctica Clínica”, organizadas por UNIR y el Grupo ITA.
Expertos del Grupo ITA, una compañía especializada en la salud mental, que cuenta con una red de centros de hospitalización, hospital de día y tratamiento ambulatorio en España, aportarán su visión actual y clínica de semejante problema.
Hilario Blasco, psiquiatra de la Infancia y la Adolescencia del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, y en ITA Salud Mental, profesor asociado en esta materia en la Universidad Autónoma de Madrid, participa en este evento que se celebra este 22 y 23 de marzo, y que va dirigido especialmente a profesionales de la salud mental y estudiantes universitarios. Dos días en los que se quiere llamar la atención sobre este grave problema social y que servirá también para resolver dudas e inquietudes.
“Falta planificación, faltan recursos y faltan profesionales preparados para afrontar un problema que afecta a la salud mental de nuestros adolescentes, es decir, al futuro de la sociedad misma. ¿Hay algo más importante?”, reflexiona y se pregunta este experto durante la entrevista.
Pregunta: Autolesiones, conducta suicida en niños y adolescentes… Sitúeme este terrible problema: ¿qué dicen las cifras y cómo estamos en España respecto a otros países?
Respuesta: Los suicidios consumados en el mundo son cerca de 800.000 al año, aunque la cifra se ha reducido porque veníamos de un millón. En España, el número se sitúa en torno a los 4.000 al año, unas tres veces más que los accidentes de tráfico.
Somos un país que se caracteriza por tener unas cifras más bajas que los países de nuestro entorno. Las tasas de suicidios consumados en países mediterráneos como Italia, Grecia y España están en torno a 10-12 personas por 14.000 habitantes y año, frente a los 40 o 50 casos de los países del norte de Europa y Rusia.
Los países del norte son más propensos, pero hoy los datos van variando mucho con el tiempo, porque algunos de esos países más afectados han desarrollado programas de prevención que van al origen del problema y han conseguido reducir mucho sus tasas de suicidios. Cuando se hacen las cosas bien, se invierte dinero y se llevan a cabo programas de prevención con los recursos adecuados, pues descienden dramáticamente las cifras.
Las autolesiones no suicidas son aquellas que generan personas que en realidad no quieren matarse. En la población de adolescentes y adultos jóvenes la cifra suma el 20%, lo que supone una prevalencia muy, muy elevada. Se hacen para la regulación de las emociones o simplemente para buscar sensaciones, pero en muchas ocasiones constituyen el primer paso antes de un intento de suicidio.
A mí me gusta explicarlo utilizando un semáforo, en el que se enciende una luz roja que te avisa de que algo no va bien con ese chaval y que es necesario actuar para que el problema no vaya a mayores.
P: ¿Cómo ha influido la pandemia en su evolución?
R: En la pandemia se ha visto claramente que los adolescentes son la principal población de riesgo.
Inicialmente vivimos una fase en que se pensaba que las redes sociales iban a ser la tabla de salvación de nuestros jóvenes y adolescentes, pero luego vimos cómo se volvieron en su contra.
La adolescencia es el momento más importante del desarrollo del individuo en términos de sociabilización y las redes sociales fueron un poco la salida que tuvieron en esos momentos para relacionarse con los demás, pero hemos podido comprobar que tienen cosas buenas y otras no tan buenas.
P: ¿Cómo surgen estas patologías? ¿Qué lleva a un adolescente a autolesionarse o querer quitarse la vida?
R: Ninguna persona que sea razonablemente feliz quiere quitarse de en medio. Al final, se trata de un conjunto de circunstancias. Ahora adolecemos de modelos sociales que son excesivamente biologicistas, en los que se pone mucho énfasis en el problema de la salud mental, en el que se repite siempre el mantra de que el 90% de las personas que intentan suicidarse tienen una patología, lo que es cierto, pero lo que también es cierto es que la gran mayoría de las personas que tienen problemas psiquiátricos y de salud mental no intentan suicidarse.
Hay cosas que tienen que ver con la enfermedad mental y otras con la historia vital de esa persona determinada: si ha sufrido maltrato, qué tipo de maltrato, con cómo son sus relaciones sociales con sus iguales, si sufre o ha sufrido acoso escolar, si padece enfermedades somáticas, con qué estilo de vida lleva y si hace o no deporte, qué tipo de relaciones familiares tiene y si su familia es estructurada o no, sus valores… Hay muchísimos factores que hay que tener en consideración.
Pero en la inmensa mayoría tiene que ver con su historia vital y si ha sufrido maltrato en algún momento.
P: ¿Cómo se pueden prevenir, afrontar y tratar este tipo de problemas? ¿Cuál debe ser la práctica clínica y el tratamiento?
R: Es necesario intervenir de forma muy importante para prevenir estos casos. Pero no sólo a nivel médico, también con cambios en nuestra sociedad. Lo mismo que no se ponen máquinas con chocolatinas en los institutos para que los adolescentes no engorden, se podrían limitar las horas y los contenidos que están recibiendo nuestros adolescentes a través de las redes sociales, analizar cómo son en estos momentos las relaciones en el seno de las familias, cuánto tiempo dedican los padres a la educación de sus hijos y cuál es la calidad de ese tiempo… ¿Sabemos si son víctimas de algún tipo de maltrato o acoso escolar?
Tenemos que aprender a detectar este tipo de cosas, pero cuando ya tenemos delante un paciente que se autolesiona o intenta suicidarse, es necesario que los psiquiatras y los psicólogos cuenten con distintos tipos de recursos, dependiendo de la gravedad.
P: El cerebro humano sigue siendo un gran desconocido para la ciencia y solo ahora estamos empezando a arañar la superficie del conocimiento sobre este órgano vital. ¿De estos problemas se sale? ¿Podemos lanzar un mensaje de esperanza a pesar de todo?
R: La salud es algo muy serio y complicado, pero cuando las cosas se hacen bien, llegas al origen del problema y lo tratas, todo empieza a ir bien. Tenemos ejemplos, como hicimos con la diabetes en su momento.
Lo primero es que la sociedad conozca estos problemas y saber cuál es ahora mismo la prevalencia de estas conductas, por lo que jornadas como esta son fundamentales. Y lo cierto es que las cifras son tan sumamente elevadas porque no tenemos los servicios de atención suficientes, no hay manos, literalmente, para tanta demanda.
Faltan muchísimos psiquiatras, muchísimos psicólogos, muchos médicos, enfermeros y muchísimos trabajadores sanitarios en general. Nos falta de todo, tanto a nivel público como privado.
La demanda de atención en cuestiones relacionadas con la salud mental está disparada porque, claramente, hemos perdido un poco el miedo a ir al psicólogo y al psiquiatra, sobre todo al psicólogo. Es uno de los pocos efectos positivos que tuvo la pandemia.
Y a esta situación hay que sumar otro factor importantísimo, como es la falta de profesionales con la formación adecuada. Vale que esto es, ahora mismo, un drama en España, en toda Europa, pero lo verdaderamente importante es que no contamos tampoco con el relevo generacional necesario. Falta planificación por parte de los que deben hacerla, pero también observo un cambio de mentalidad en las nuevas generaciones, que valoran mucho más su tiempo libre y su propia calidad de vida, y esta es una profesión muy exigente y sacrificada.
P: ¿Cómo explica un psiquiatra este cambio social y de mentalidad de las nuevas generaciones?
R: Las nuevas generaciones han visto a sus padres y han decidido que eso no es vida. Hemos pasado de unas épocas en las que había realmente necesidades materiales a otra en las que siguen existiendo para mucha gente, pero en la que también están mucho mejor cubiertas en general que en el pasado. También influye que ahora hay muchas familias con hijos únicos.
P: Falta de valores, familias desestructuradas, redes sociales, la televisión e internet como educadores o como única compañía, videojuegos sin medida… ¿Están hoy los adolescentes más aislados que antes a pesar de todo lo que nos rodea, de lo mucho que hemos avanzado como sociedad?
R: Si antes decía que hoy los jóvenes lo tienen mucho más fácil desde el punto de vista material, también te digo, fíjate, que yo no me cambio por ellos. Y es fundamentalmente porque hay una cosa que a mí me horroriza de las sociedades que estamos creando, que es que eso a lo que se refería el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman: las sociedades líquidas, en las que faltan asideros a los que agarrarse, faltan valores y unos ciertos límites, porque necesitamos una estructura familiar que marque unos límites, que te permitan crecer como persona. El problema es que hoy, precisamente los jóvenes, no los tienen. Hoy vale todo y es algo absolutamente nocivo.
La virtud está en el equilibrio, y el péndulo de Foucault se ha ido de un extremo al otro. Y se están dando situaciones muy, muy, muy importantes que afectan directamente a la salud mental de nuestros jóvenes. Hoy dedicamos demasiado tiempo a pensar sobre cosas que realmente no son relevantes.
El ser y el estar cada vez son menos relevantes, y más el tener. Sin embargo, luego cuestiones tan simples como hacer deporte, por ejemplo, resultan fundamentales para pacientes que tenemos que han intentado suicidarse o autolesionarse, como demuestran nuestras investigaciones.
Por otro lado, frustrar a nuestros hijos no te convierte en malvado. Es necesario hacerlo a veces para que conozcan el mundo real, y así sean capaces de superar las presiones habituales y resistir el estrés.
P: Pero solemos decir que los adolescentes son ahora más blandos, están más consentidos, no tienen respeto por casi nada… Quejas, quejas y más quejas, cuando es lo que han aprendido de sus mayores. El problema lo hemos generado nosotros, ¿no?
R: Totalmente de acuerdo. La responsabilidad es nuestra. Ahí está la cuestión y para mí es un tema sobre todo sociológico. Por ejemplo, ahora mismo casi todos los jóvenes tienen su primer móvil en torno a los 12 años, aunque conozco casos de padres que han sido capaces de demorarlo hasta los 16 o 17 años, con muchísimo esfuerzo. ¿Por qué? Porque esa limitación hace que expongan a los chavales a una situación de un cierto aislamiento en relación a sus iguales. Les hace ser diferentes.
Un sacrificio que merece la pena porque de verdad pienso que los adolescentes no deberían, por ley, tener ningún contacto con ningún tipo de móvil antes de los 16 años, simplemente porque no tienen la madurez necesaria y son objeto de un bombardeo masivo de informaciones que no tendrían que recibir. Además, no podemos controlarles, porque ellos son mucho más competentes que nosotros con el móvil.
Tú puedes saber y estar pendiente mucho mejor de si tu hijo ve o no la televisión. Pero, por ejemplo, hay cosas en las redes sociales que tú no puedes controlar. Somos sujetos que vivimos en sociedades que recibimos unas presiones económicas y sociales muy importantes sin darnos cuenta. Pero, ¿quién es el bonito que le pone el cascabel al gato?
Tengo la sensación de que hemos primado en exceso lo económico frente a lo emocional y estamos pagando las consecuencias de ello. De eso hablaba Erich Fromm cuando se refería al “tener”. Probablemente, la solución a todo esto que estamos hablando está en el “ser”.
Accede desde aquí al evento de UNIR.
De la teoría a la práctica en Psicología
El Máster Universitario en Psicología Infanto-Juvenil de UNIR es el único que cuenta con casos simulados con pacientes tanto en evaluación como en intervención. Además, los estudiantes tendrán acceso a la plataforma NeuronUP.
Un máster oficial te permitirá adquirir diferentes conocimientos aplicados a nivel teórico como práctico, que facilitará el desempeño profesional en el ámbito de la intervención psicológica en niños y adolescentes. Te capacitará para el diseño del proceso de recogida de información en el marco de una intervención psicológica, teniendo en cuenta los diferentes contextos (familia y escuela) que rodean al niño y/o adolescente.