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María, una adolescente de 14 años con trastorno del comportamiento alimentario

Muchos adolescentes no ven más allá de la pantalla de un móvil y las redes sociales. Como esta joven diagnosticada con esta afección de salud mental, no pueden vivir sin hacerse constantemente fotos y vídeos, una manera de hacer frente a la angustia que le genera que su cuerpo cambie.

El móvil puede generar una gran indisposición entre muchos adolescentes.

“¡Mi móvil cayó por el balcón anoche y su pantalla estalló en pedazos!”. Es lo que le cuenta una adolescente de 14 años a su terapeuta al llegar a sesión de consulta.

“Aún funciona, pero necesito uno nuevo, tengo que comprarlo. ¿Qué haré si me quedo sin móvil? Fui una tonta ¿Cómo se me ocurrió usarlo en el balcón?, todo por un buen contenido”. Se la veía angustiada, con los ojos encharcados y las manos en continuo movimiento en pleno reproche.

“Crear contenido suena muy interesante ¿verdad?”, le pregunta su terapeuta. Y ella, alzando su cabeza como queriendo decir algo diferente a lo que está justo por pronunciar, responde: “Si, lo es”. En su interior, el llanto contenido. Realmente le genera una gran indisposición no tener su móvil en condiciones.

Y sigue su terapeuta: “¿Además de la pantalla hubo algo más que se dañase?”. “¡Sí!”, responde ella casi por medio de un grito, “lo más importante, la cámara”.

María es una adolescente diagnosticada recientemente con trastorno del comportamiento alimentario, con conductas de chequeo permanentes, justo usando su móvil. Las conductas de chequeo son aquellas que le dan al paciente, una falsa idea de control sobre la forma y el tamaño de su cuerpo. Para ella, el hecho de tomarse constantemente fotos y vídeos es una manera de hacer frente a la angustia que le genera que su cuerpo cambie. Además, a estas conductas se suma el uso indiscriminado de las redes sociales, del mismo modo que hace la mayoría de adolescentes y adultos jóvenes de hoy.

Cuando los ‘likes’ son la medida de tu valía

La adolescencia supone un acceso a marcos de comparación del aspecto físico, elecciones, gustos, tallas de ropa, entre otros, que, sumado a los múltiples cambios físicos, psicológicos, hormonales y de relacionamiento, se presenta como la edad de mayor vulnerabilidad al desarrollo de trastornos del comportamiento alimentario.

Para el desarrollo humano es sumamente importante el contacto con otros, pero hoy, ese contacto está mediado por una serie de aplicaciones que están diseñadas de tal manera que no sólo distorsionan la imagen, sino que, se basan en un sistema de recompensas en el que, la valía comienza a ser medida con likes.

“No te imaginas lo que ha pasado, además de haber casi echado a perder el móvil”, dice María con angustia. “Algunos de mis amigos, si se le puede llamar amigos a los seguidores que tengo en redes, vieron mi historia de anoche y pasaron de largo. Porque bueno, por lo menos alcancé a subir la historia antes de que el móvil se hiciera trizas al caer contra el asfalto. Pero igual ¡No hubo ninguna reacción! ¿Será que no elegí bien la foto que publiqué?, ¿o será que mi nuevo post es aburrido?, lo que me faltaba, ahora además de haber puesto en riesgo mi móvil, la imagen que publiqué no fue la adecuada o peor aún, soy tan fea, que no salgo bien ni con los filtros”.

Como María, son muchos los adolescentes que hoy le dan gran valor a la imagen, a las publicaciones en redes, a los comentarios de personas que no los conocen y a lo que creen saber de otros, por lo que estos publican. Su marco de referencia y de relacionamiento social está girando entorno a una pantalla, siendo reducido el contacto con otros a nivel personal, en especial, después de la pandemia por COVID-19.

En esa época, a raíz de los cierres de la escuela presencial, la infancia vivió limitaciones para su desarrollo y los menores fueron expuestos a la promoción continua de información entorno al ejercicio físico y la alimentación, así como al inicio y mantenimiento de conductas de alimentación alteradas.

 

La adolescencia es una etapa de vida que se caracteriza por la búsqueda de la individualización y el desarrollo de la autonomía, es la etapa de la vida donde las personas nos hacemos preguntas como: ¿quién soy?, ¿a dónde pertenezco?, ¿qué haré con mi vida? Es una edad en la que todas las autopercepciones que se obtienen por medio de la interacción con el ambiente, median en la construcción del autoconcepto.

Pero, ¿qué pasa cuando la interacción con el ambiente se hace a través de una pantalla? Antes del desarrollo de las nuevas tecnologías y la conexión que se produce por medio de las redes sociales, los niños y jóvenes crecieron con un marco de referencia conformado por pares, como compañeros del colegio o amigos del barrio. Hoy por hoy, están extremadamente influenciados por las redes sociales como escenario en el que los estereotipos e ideales de belleza se presentan como inalcanzables y en los que la valoración del aspecto físico se significa como parte del éxito social.

Esta es una de las tantas consecuencias del uso de redes sociales en edad adolescente, de hecho, hay expertos que recomiendan retrasar el uso de pantallas hasta la edad de 16 años, algo que parece imposible de lograr cuando el mismo sistema escolar incentiva su uso.

Mucho se puede hacer desde el trabajo preventivo y de psicoeducación dirigido a padres y adolescentes en el manejo e interpretación del uso de estos sistemas, entendiendo no solo el protagonismo que tienen hoy en el mundo, sino la etapa de vida y sus implicaciones en el desarrollo de los cambios psicológicos y físicos propios de la edad.

El trabajo de prevención y las acciones dirigidas hacia el establecimiento de rutas que ayuden a los adolescentes a gestionar la presión mediática específicamente entorno a las opiniones de los demás, el manejo de los sistemas digitales de comunicación, los estereotipos de belleza y la valoración personal y social basada en la apariencia corporal, debe estar presente dentro y fuera del contexto escolar, siendo responsabilidad de todos aquellos profesionales implicados en la educación y la atención en salud de la infancia y la adolescencia.

TCA

(*) Margarita Santamaría Cobo, directora académica del Máster en Intervención Psicológica en el Ámbito Educativo de UNIR, es psicóloga con experiencia en atención clínica y participación en espacios de encuentro académico y educación continua. Cuenta con un Máster en Trastornos del Comportamiento Alimentario.

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