Laura Vivas
“Tenemos que estar preparados para las pandemias que puedan aparecer”. El doctor Vicente Soriano analiza el futuro de las enfermedades infecciosas en el contexto sanitario post COVID-19.
El coronavirus ha cambiado nuestras vidas a nivel global desde hace más de un año. Más de 3 millones y medio de fallecidos y 175 millones de personas infectadas en el mundo han hecho que el sistema en el que vivimos se haya alterado por completo.
No obstante, muchos desconocen que, en el pasado siglo, la humanidad sufrió varias pandemias, unas con consecuencias más graves que otras. La de mayor mortandad sigue siendo la mal llamada gripe española de 1918. También lo fue y continúa siendo el SIDA. En lo que llevamos de siglo hemos tenido otras amenazas importantes, como la gripe aviar y porcina, el virus del Ébola y otros coronavirus (SARS y MERS), por nombrar algunos.
Las previsiones que marcan los expertos es que en el futuro nos esperan nuevos virus, por lo que la investigación resulta elemental para detectar patrones de riesgo que desemboquen en nuevas infecciones y, por ende, establecer medidas a tiempo.
Hablamos con el doctor Vicente Soriano, experto en enfermedades infecciosas y director del Máster en Enfermedades Infecciosas y Tratamiento Antimicrobiano de UNIR, sobre el futuro que se prevé mientras estamos inmersos en el proceso de vacunación y la medicina transforma -más aún en este último año- todos sus paradigmas.
Ahora que empiezan a cambiar las perspectivas de futuro con la vacunación de la población contra el coronavirus, ¿cómo ve el panorama sanitario ante la aparición de otros posibles virus que puedan ser pandémicos?
Tenemos que estar preparados para las pandemias que puedan aparecer. Hemos tenido ya otras, cerca de una decena, en el último siglo. En el año 2002 fue el SARS, por un primer coronavirus. En el 2012 fue el MERS, por otro coronavirus. Además, desde el 2000 hemos tenido la gripe aviar, la gripe porcina, el ébola, el chikungunya, el zika y el dengue.
Todas estas pandemias reflejan que la población mundial está creciendo -somos cerca de ocho mil millones de personas- y que ocupamos el nicho de otras especies. Cuando una especie crece es a expensas de reducirse el espacio o la población de otras especies. Estamos forzados a convivir de manera más estrecha. Como consecuencia, los patógenos de esas poblaciones no humanas, como el murciélago u otro tipo de animales, es más probable que hagan un salto a la población humana. Este fenómeno se llama zoonosis.
El porqué se han originado en China varias de estas pandemias, como el SARS o ahora el COVID-19, es porque allí coinciden 1.400 millones de personas. Existe una gran densidad de población, los hábitos higiénicos son escasos y hay un contacto estrecho con animales exóticos.
Tenemos que potenciar sistemas de control de vigilancia como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) o la Agencia Europea de Control y Prevención de Enfermedades. Estos organismos precisan subvenciones para que cuando aparezcan nuevas infecciones, se detecten de manera precoz y no suceda como con el COVID-19 en marzo de 2020, cuando no teníamos suficientes mascarillas en los hospitales.
La inversión de tiempo y recursos para enfrentar el coronavirus ha hecho que otras enfermedades, como el sarampión, la difteria o el cólera, resurjan con fuerza en algunos puntos del planeta, ¿qué se puede plantear al respecto?
Con los esfuerzos concentrados en el COVID-19, otras enfermedades frecuentes como el cáncer se han desatendido. Ha sido un desastre, porque los cánceres de mama o próstata han pasado a presentarse en estadios mas tardíos, por retrasarse las pruebas programadas.
Con las vacunas de otros virus, como el sarampión o el cólera, eso es fácil de retomar. En cambio, actualizar las campañas de prevención de colonoscopias o mamografías va a llevar años. El daño hecho en esa población es irrecuperable. Hay que hacer un esfuerzo por retomar el manejo correcto del resto de enfermedades, ahora que hay menos presión por COVID-19. A la vez, es bueno subrayar que con las mascarillas se han reducido otras enfermedades, como la gripe, que ha caído en picado. Y el virus respiratorio sincitial también.
Cuando retiremos la mascarilla, lo esperable es que haya un rebrote de gripe el próximo invierno y de virus respiratorio sincitial. Hay que planificar que a principios de septiembre la campaña de vacunación de gripe sea masiva.
Se habla de invertir más en prevención de enfermedades que en reaccionar ante ellas, ya que el coste es 100 veces menor, ¿qué opinas al respecto?
En medicina estamos procurando movernos de responder a las enfermedades y tratarlas cuando ya han aparecido a ser mas proactivos, a tomar medidas preventivas.
En el tema de las enfermedades infecciosas hay todo un paradigma nuevo referido a utilizar los antibióticos o los antivirales, no cuando ya se ha desarrollado una enfermedad infecciosa, sino para prevenirlas, utilizando formas de acción prolongadas de los antimicrobianos.
Consiste en utilizarlos como vacunas, pero en vez de provocar una respuesta de los anticuerpos se prolonga en el tiempo el efecto antiviral, durante semanas, meses o un año. Vendrían a ser quimiovacunas.
Si se aplica un antiviral frente a una infección estacional, como la gripe, y su efecto dura 6 meses, al llegar septiembre me lo pongo y hasta mayo estoy protegido. Por supuesto, necesitamos tener un antiviral efectivo y luego transformarlo en el laboratorio farmacológicamente para que sea de acción . Eso ya se hace en la infección por VIH, con antirretrovirales que los reciben gente no infectada que tiene prácticas de riesgo y así evitar el contagio.
Este mismo concepto, trasladado al resto de infecciones, se llama profilaxis de preexposición. El uso de antivirales de acción prolongada asegura su beneficio.