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La expresión de sentimientos negativos de manera indirecta en lugar de abordarlos abiertamente, es la característica principal de quienes tienen una personalidad pasivo-agresiva.
Durante mucho tiempo, la personalidad pasivo-agresiva fue clasificada como un trastorno de personalidad. En la actualidad, se considera un tipo de personalidad negativista. Hablamos de un patrón conductual, cuya característica principal es la expresión de los sentimientos negativos de una forma indirecta.
Una persona pasivo-agresiva puede aceptar la sugerencia de su interlocutor y hacerle caso, incluso, con una sonrisa. Sin embargo, en lugar de hacer lo que le han solicitado, actuará de forma que acabará boicoteando la petición.
Presenta una serie de comportamientos que son muy complicados de reconocer porque son muy sutiles. Entre ellos podemos encontrar:
- Críticas y protestas permanentes.
- Actuar con hostilidad o cinismo.
- Mostrar resentimiento por las peticiones de terceros.
- Irritabilidad.
- Aplazar actividades.
Características de la personalidad pasivo-agresiva
Todas las personas presentamos en algún momento comportamientos pasivo-agresivos. Para que se pueda hablar de un patrón patológico, es importante que se trate de una personalidad permanente y que ese tipo de conductas sean la norma en las relaciones interpersonales.
Algunas de las características que nos advierten sobre la presencia de una personalidad pasivo-agresiva son:
- Ambigüedad: aceptar un encargo, pero no realizarlo. Decir que se está de acuerdo con un cambio, pero no ejecutarlo. En la personalidad pasivo-agresiva es muy común la presencia de una ambigüedad con carácter intencional entre lo que se dice y lo que se hace.
- Sentimiento de incomprensión: “los demás no me comprenden” es una reclamación habitual entre las personas con conductas pasivo-agresivas. Esta sensación suele ir acompañada de actitudes y comentarios con el objetivo de manipular el afecto de su interlocutor.
- Ausencia de culpabilidad: no se hacen responsables de sus acciones y jamás tienen la culpa de lo que ocurre.
- Envidia: la persona con este patrón puede felicitar a alguien por un logro e incluso mostrar una alegría desproporcionada, pero, en su interior, siente emociones negativas por esa buena noticia. También es común que haga comentarios para minimizar el éxito de otros, restarle importancia a sus logros o valorar que se debe a factores externos como la suerte.
- Poco respeto a la autoridad: hay una gran dificultad para reconocer la autoridad de otras personas y tolerar la imposición de normas y jerarquías.
Estos son cinco rasgos que nos ayudan a identificar una personalidad pasivo-agresiva, que puede estar presente en la vida laboral o en nuestras relaciones de pareja.
Por un lado, en el ámbito laboral, se puede dar la situación de que un compañero, en lugar de negarse a un cambio, lo acepte y después boicotee su ejecución.
Por otro lado, en el ámbito de pareja, es característico que no se expresen los sentimientos negativos o las frustraciones, y se presenten comportamientos de manipulación sutil de la realidad o de culpabilizar de forma constante a la otra persona.
Diagnóstico y tratamiento
No se conoce todavía la causa exacta de la personalidad pasivo-agresiva, pero sí que hay estudios que señalan la implicación de los factores biológicos y ambientales en su desarrollo. Algunos resultados apuntan que el inicio se sitúa en la infancia e influyen ciertos aspectos, como el estilo de paternidad, las dinámicas familiares, la presencia de castigos y el abuso o el abandono.
Los psicólogos son los profesionales encargados de la identificación de este tipo de personalidad. Para ello, deben evaluar los síntomas, los pensamientos y el historial personal del paciente. Es vital que cuenten con la formación necesaria en Psicología para obtener un buen diagnóstico clínico, ya que deben conocer, comprender y analizar el comportamiento humano.
Una vez identificada la presencia de una personalidad pasivo-agresiva, el primer objetivo es enseñar al paciente a cambiar su comportamiento. Se trabaja en el autoconocimiento y se le dotan de estrategias y herramientas para mejorar sus problemas de autoestima y gestionar los sentimientos de ira, rabia o resentimiento. La terapia también busca enseñar formas asertivas de comunicación, para que no sea necesario recurrir a las conductas pasivo-agresivas.
Críticas, hostilidad, irritabilidad, aplazamiento de actividades y ausencia de culpabilidad o de respeto hacia la autoridad son algunos de los rasgos de la personalidad pasivo-agresiva. Se trata de un patrón conductual con una clara desconexión entre lo que la persona dice y lo que hace, y donde los sentimientos negativos se evitan, en lugar de abordarse de forma abierta. Esto conlleva efectos negativos tanto en las relaciones interpersonales como en las dinámicas laborales, por lo que es importante su abordaje terapéutico.