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La anemia (originada por una deficiencia de hierro) y los trastornos de coagulación son los problemas hematológicos más frecuentes en niños, pero no son los únicos. En UNIR te explicamos cuáles son.
En la edad pediátrica, los problemas hematológicos representan uno de los principales motivos de consulta en los centros de Atención Primaria y especializada. En concreto, la anemia y los trastornos de coagulación son los problemas hematológicos en niños más frecuentes.
La anemia ferropénica
La anemia es la patología hematológica más habitual entre los menores, originada por una deficiencia de hierro, siendo la anemia ferropénica la más común, con una prevalencia estimada del 10-20 %. Puede detectarse gracias a un análisis de sangre.
Es más frecuente en los niños pequeños, debido al rápido crecimiento y a que comen pocos alimentos con hierro. La mitad de los pacientes suelen ser asintomáticos y conviene sospechar de ella en pacientes con factores predisponentes y de riesgo.
La gravedad de este trastorno hemorrágico dependerá de la capacidad regenerativa de la médula ósea y de su velocidad de instauración. El tratamiento principal consiste en suplementos con hierro en forma de gotas, ampollas bebibles o comprimidos.
Los trastornos de coagulación
Se trata de patologías poco frecuentes en términos globales y con las que se convive desde el nacimiento. La mayor parte de los trastornos graves se manifiestan en el periodo neonatal o en la primera infancia.
No obstante, suelen encontrarse de forma casual previo a una intervención, durante los preoperatorios. En concreto, los trastornos de la coagulación más frecuentes en la edad pediátrica son: la enfermedad de von Willebrand, la hemofilia A y la hemofilia B.
Enfermedad de Von Willebrand
Es el trastorno hemorrágico hereditario más frecuente y por el que la sangre no coagula de forma adecuada. Tiene lugar por una deficiencia del factor de Von Willebrand, responsable de ayudar a las plaquetas de la sangre a aglutinarse y a adherirse a la pared de los vasos sanguíneos, un proceso necesario para la coagulación normal de la sangre.
Sus síntomas pueden incluir sangrado de encías, hemorragias nasales, erupciones cutáneas o hematomas, entre otros. A veces es difícil de diagnosticar porque los bajos niveles del factor Von Willebrand y el sangrado no siempre son sinónimo de esta enfermedad.
El tratamiento dependerá de su tipo y gravedad: En el caso de los sangrados menores podría no necesitarse un tratamiento; en otros casos, los más frecuentes son la inyección de acetato de desmopresina, el atomizador nasal de acetato de desmopresina, el tratamiento restitutivo del factor o medicamentos antifibrinolítico.
La hemofilia
Se trata de una enfermedad de la sangre poco común por la que esta no coagula normalmente. Al padecerla, si se produce una herida se puede sangrar más de lo normal. Habitualmente es una patología hereditaria, es decir, que se transmite de padres a hijos; si bien en raras ocasiones la hemofilia puede ser adquirida.
Es debida a que estas personas carecen o cuentan con una cantidad insuficiente de una serie de proteínas que son necesarias por la coagulación normal de la sangre, lo que se conocen como “factores de coagulación de la sangre”. Estos actúan con las plaquetas para coagular la sangre y además existen varios tipos de factores de coagulación. En función de la carencia de un factor de coagulación u otro se establecen los dos principales tipos de hemofilia: la A y la B.
Otras problemas frecuentes
Dentro de las patologías hematológicas en la edad pediátrica, aunque es rara, también podría hablarse de la púrpura trombocitopénica autoinmune, una enfermedad por la que se presenta trombocitopenia periférica, es decir, una cifra baja de plaquetas en sangre cuya causa es una respuesta autoinmune errónea. Aunque puede haber otras causas, la más habitual de que baje el número de plaquetas en los niños es inmunitaria.
Según la Sociedad Española de Hematología Pediátrica, la incidencia anual es de 1 afectado por cada 10.000 niños, con un pico entre los 2 y los 4 años de edad. Su síntoma más habitual es que empiezan a surgir hematomas en la piel de los niños sin sufrir golpes o apenas tras un golpe.
En última instancia se encontraría la leucemia, el tipo de cáncer más frecuente entre los niños, suponiendo el 30 por ciento del total de neoplasias infantiles. En concreto, es el cáncer de los glóbulos blancos o leucocitos, las células defensivas de la sangre. La buena noticia: es una patología tratable y de buen pronóstico.
Se produce porque la médula ósea desarrolla leucocitos inmaduros en cantidades excesivas, de forma que estos no cumplen con su trabajo y además “invaden” el espacio de otras células sanas.
Se distinguen dos tipos de leucemia: leucemia linfoblástica, la más habitual en menores, en el 80 por ciento de casos; y por otro lado, la leucemia mieloblástica. Además, en función de su forma de aparición pueden ser agudas (de presentación rápida) o crónicas (de desarrollo más lento). En los niños el 95 % de las leucemias son agudas, siendo la más frecuente la leucemia linfoblástica aguda (LLA) (75-80% del total).
En España, se diagnostican cada año unos 4 nuevos casos de LLA por cada 100.000 niños menores de 14, aunque puede aparecer a cualquier edad, siendo además más habitual de los 2 a los 5 años, y en los varones.
Por el momento, se desconocen las causas de la LLA, aunque los últimos trabajos científicos apuntan a la unión de diversos factores, como las alteraciones en los genes de los linfocitos y diversos factores medioambientales como sustancias químicas (tabaco o benceno), virus o radiaciones ionizantes.
Por eso, sigue siendo fundamental la formación del profesional sanitario en el ámbito de los trastornos hemorrágicos a través de posgrados como el Máster en Oncología Pediátrica de UNIR. Una detección a tiempo de estas patologías puede favorecer un desarrollo normal de la vida de los más pequeños de la casa.