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Todo apunta a que con la pandemia los problemas de salud mental han aumentado entre la población y, con ello, la práctica de la psicofarmacología y el consumo de medicamentos psicofármacos.
Una de cada diez personas mayor de 15 años declara haber sido diagnosticada de un problema de salud mental, según datos de la Encuesta Nacional de Salud (ENSE) correspondientes al año 2017. Aunque no hay estudios concluyentes, parece ser que la pandemia del COVID-19 ha aumentado estos datos.
La ausencia de cura para muchas de estas enfermedades, la falta de profesionales en la sanidad pública y la escasez de acciones preventivas reflejan el conocimiento aún limitado sobre el cerebro y su funcionamiento. Por esta razón, es necesario trabajar en el reconocimiento y el tratamiento de los trastornos mentales. Una de las herramientas necesarias es una sólida formación en psicofarmacología, clave en la práctica clínica diaria tanto para el campo de la psiquiatría como la medicina general en los servicios de atención primaria.
La psicofarmacología es la disciplina científica que centra su objeto de estudio en los fármacos que modifican el comportamiento y los trastornos mentales. Se trata de un campo multidisciplinar, ya que tanto médicos, psiquiatras, neurólogos y bioquímicos trabajan analizando las sustancias que modifican las funciones del sistema nervioso y que se manifiestan en la conducta de las personas.
Los psicofármacos son medicamentos que se recetan a aquellos pacientes que sufren trastornos mentales. Se recomienda, además, que se combinen con el seguimiento de un terapeuta para supervisar los cambios que ocasione el tratamiento.
A través de la psicofarmacología se actúa modificando los efectos que ocasionan los neurotransmisores cerebrales. El objetivo principal de esta disciplina es reducir la concentración de estos neurotransmisores. Los psicofármacos pueden actuar o bien en la corteza cerebral o sobre las estructuras encefálicas más profundas del cerebro que se encargan de gestionar las emociones, los recuerdos y la afectividad. En la mayoría de los casos se consiguen controlar los grandes síntomas y síndromes de los trastornos mentales, pero también existen ocasiones en los que se requiere un control total.
Diferencias entre hombres y mujeres
Existen diferencias en función del género en cuanto al consumo, pero también en cuanto a quiénes padecen determinados trastornos mentales. De hecho, según la ENSE, las mujeres son más vulnerables que los hombres a padecer uno de los trastornos mentales más frecuentes donde se aplica la psicofarmacología, como la depresión o la ansiedad. Para combatir este último se emplean psicofármacos como los ansiolíticos.
Además, se observa una diferencia en el consumo según el género, según la Encuesta sobre alcohol, drogas y otras adicciones (EDADES): el 36,7% de las mujeres de más de 65 años han consumido hipnosedantes en el último año, frente el 16% de los hombres. Y el 8,1% de las mujeres de 15 a 64 años ha consumido analgésicos opioides en el último año respecto a un 6,2% de los hombres.
En el año 2020, el fármaco más consumido del grupo de los hipnosedantes ha sido el lorazepam, con un consumo del 25,38%, seguido del alprazolam (17,31%) y el diazepam (11,04%), según la Agencia española de medicamentos.
Esta tipología de fármacos actúa ejerciendo un efecto depresor sobre el sistema nervioso, lo que provoca un descenso en el nivel de actividad del paciente. Algunos de los tipos de psicofármacos incluidos en esta categoría son utilizados como sedantes para facilitar el sueño y otros son empleados para lograr la relajación tanto física como mental.
El perfil profesional dedicado a la psicofarmacología
El profesional que se ocupa de la disciplina de la psicofarmacología puede ser desde aquel que trabaje en el ámbito de la salud, como psiquiatras y psicólogos, hasta los profesionales de atención primaria. Su objetivo será supervisar y pautar el tratamiento de psicofármacos a los pacientes en función de su problemática.
El perfil de este profesional debe completarse con una especialización en este ámbito. Por ejemplo, finalizar el Grado en Psicología y luego especializarse, y así desarrollar competencias para interpretar, analizar y explicar el comportamiento humano, trabajar en el conocimiento de problemas emocionales, procesos de drogodependencias, trastornos mentales y su sintomatología…
Además de la formación académica, el profesional debe poseer habilidades sociales como la empatía, la fluidez comunicativa o la asertividad, entre otras. Estas son necesarias para acompañar y guiar al paciente durante el proceso terapéutico y la supervisión del tratamiento de los psicofármacos.
La psicofarmacología puede ayudar a los pacientes a superar aquellos trastornos que limitan su vida diaria, por ello este siempre velará por el bienestar del paciente durante la psicoterapia. Se encargará de desarrollar sus destrezas y habilidades para promover y mejorar la salud y su bienestar psicológico con el fin de mejorar la calidad de vida del paciente.