Román Rodríguez Curbelo
Valeria Agüero y Luz Paulino, estudiantes del Máster en Intervención Psicológica en Niños y Adolescentes de UNIR, destacan la importancia de su labor y cuentan cómo enriquecieron sus habilidades profesionales para asistir adecuadamente a los más pequeños con este posgrado.
Las dos psicólogas coinciden en la importancia de garantizar la felicidad y el bienestar de las nuevas generaciones por razones a priori tan sencillas como la dignidad de estas personas y porque garantizan las bases de un futuro sano y equilibrado como adultos.
María Valeria Agüero es una chilena polifacética. Estudió Ingeniería Civil en la universidad y canto en el conservatorio. Soñaba con dirigir coros. Pero tras recorrer Europa y América con una ONG, comprendió la importancia de formarse bien para poder prestar ayuda de verdad. Decidió entonces cursar el Grado en Psicología de UNIR y posteriormente continuar con el Máster en Intervención Psicológica en Niños y Adolescentes en la misma universidad.
Un posgrado actualizado y cómodo
Este posgrado enamoró a Valeria desde el principio. Le pareció muy completo y cómodo, integrado por docentes entusiastas y excelentes que la acompañaron en todo momento. La metodología, además, le permitió compaginar su vida familiar, social y laboral con la académica.
Destaca sobre todo a los trabajos grupales que permiten interactuar con compañeros de diversos países, lo que considera enriquecedor. Y los contenidos, según la psicóloga, están actualizados y muy bien elaborados.
“Este Máster responde a una necesidad que cada vez es más evidente: contar con especialistas que atiendan las necesidades psicológicas de niños y jóvenes”, añade la psicóloga sudamericana.
Es necesario contar con especialistas en atención a niños y a jóvenes
Especialistas como la dominicana Luz Paulino de Martínez, quien sí se inclinó desde el principio por la Psicología. Fundadora de la Iglesia de Cristo de Republica Dominicana, ahora construye y restaura iglesias por todo el Caribe, además de ejercer como consejera espiritual, geriátrica, matrimonial y coach.
Luz Paulino coincide en elogiar esa metodología tan propia de UNIR: “Ha sido la universidad con la que había soñado tantos años. Permite estudiar desde la comodidad de un hogar, pero también en una sala de espera de un aeropuerto, en la consulta de un médico o en un largo viaje en barco”, explica.
El diseño de la titulación está pensado para que ningún estudiante se quede atrás. Paulino ha podido avanzar a su ritmo, guiada en todo momento por un tutor personal asignado desde el primer día, y bajo una flexibilidad que también agradece y que le permite, por ejemplo, elegir entre clases presenciales virtuales o en diferido, sin que penalice no acudir en directo.
“Quedé fascinada con la metodología UNIR. Era justo lo que andaba buscando: una universidad donde tú eres protagonista y tu propio director. Lo que logres al final depende de ti casi en su totalidad”, subraya.
A Paulino la movió especialmente una motivación íntima: el diagnóstico de TDAH con autismo 1 de su hijo de 7 años. El posgrado ahora la ayuda no solo con su hijo, sino con todos los niños que trata por su ocupación de pastora religiosa.
Distinciones inevitables
Agüero y Paulino consideran que se debe asistir psicológicamente a aquellos niños que lo necesiten, pero de una manera muy determinada, porque este segmento de población requiere de terapias distintas a las aplicadas en adultos.
“No son adultos en pequeño”, recalca Agüero. Tienen sus hitos evolutivos, sus características y sus necesidades propias. “Muchas veces decimos ante ciertas circunstancias que son cosas de niños o cosas de chicos. Y es al contrario: se trata de cosas propias de su periodo vital que requieren de una intervención diferente y especializada”, añade.
Los niños y los adolescentes casi nunca son conscientes de sus vidas ni de sus contextos y entornos. Ni siquiera suelen ser ellos quienes, por iniciativa propia, piden ayuda, sino sus tutores o sus padres; y tampoco facilitan al profesional toda la información posible: en eso colaboran padres, madres, maestros, familiares… Todos construyen necesariamente su realidad.
Y, además, como cuenta Agüero, son etapas de vida muy marcadas y diferentes entre sí: “No es lo mismo un niños de 5 años, que otro de 10 o de 15 años”.
Paulino subraya, por lo tanto, que el profesional debe tener un amplio conocimiento de las etapas del desarrollo evolutivo de este segmento de población, y conocimientos suficientes en torno a las leyes y los derechos que organizan la vida de los niños. Se evitaría así, por ejemplo, que se puedan confundir conductas propias de una etapa particular de la población infantojuvenil con comportamientos considerados patológicos.
“No todos los psicólogos pueden trabajar con niños y adolescentes. Se necesita amar a esa población y tener un gran nivel de paciencia, tolerancia, empatía y flexibilidad durante la intervención. Deberás entrar en su mundo y convertirte en una especie de niño, pero manteniendo tu postura de psicólogo y consejero”, explica Luz Paulino.
Tiempo necesario antes las cifras
También es una cuestión de tiempo. Sin él no hay terapia posible ni un espacio adecuado para personalizar la ayuda en función de la persona. “Hay demasiados niños mal diagnosticados por las prisas y la falta de personalización”, apunta Luz Paulino. La idea es entender a la persona en cada momento y situación.
Y alcanzar a todas las personas posibles gracias a una atención económicamente asequible, un aspecto que, según ambas profesionales, debe inmiscuir a las Administraciones públicas porque la seguridad y el futuro de un país recae, entre otros aspectos, en su salud mental colectiva.
Las cifras apremian: en España, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), 314 menores de edad se suicidaron en 2020, y en 2021, la Fundación ANAR atendió la llamada de 748 menores que en esos momentos trataban de acabar con su vida.
La Revista Panamericana de Salud Pública estableció en un estudio que entre 2000 y 2017 unos 6.292 adolescentes y jóvenes chilenos se suicidaron. Recomendaron evaluar y fortalecer los programas de prevención. Y en la República Dominicana hubo 670 suicidios en 2021, una subida sensible con respecto al año anterior (597, un 12% más) y la cifra más alta desde 2007, según datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
Los psicólogos tienen por ello un papel relevante en el futuro. Una labor que debe superar estigmas y desprestigios. UNIR aporta esa formación de calidad, aseguran ambas egresadas, y contribuye de este modo a realzar el valor de una profesión fundamental para la sociedad.