UNIR Revista
La medicina defensiva implica un número exorbitado de pruebas diagnósticas, en su mayoría innecesarias, para evitar posibles denuncias.
En torno al 90 % de profesionales sanitarios asegura que la medicina defensiva ha condicionado su práctica profesional, al mismo tiempo que el 89,8 % admite realizar pruebas diagnósticas de «utilidad dudosa» por prevención ante posibles problemas legales con los pacientes. Así se desprende del estudio elaborado por la Organización Médica Colegial (OMC), la Sociedad española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) y la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), “La práctica médica en los Servicios de Urgencias Hospitalarios”, realizado entre 1.500 profesionales españoles.
A raíz de los resultados del estudio, se demanda mayor formación y respaldo hacia el profesional sanitario, la creación de la especialidad médica de “Urgencias y Emergencias”, así como políticas sanitarias que garanticen la seguridad del paciente con el fin de paliar los efectos de la medicina defensiva. El Máster en Seguridad del Paciente online de UNIR tiene como objetivo formar a profesionales en la elaboración de protocolos que minimicen el riesgo clínico de eventos adversos en un paciente ingresado.
La definición de medicina defensiva, según los expertos, se corresponde con un modo de ejercer la medicina donde se aúnan un conjunto de acciones que no tienen como interés principal el beneficio del paciente, sino evitar las denuncias por mala práctica médica.
Pruebas diagnósticas prescindibles
Esta mala praxis está basada en que los profesionales realizan un número exorbitado de pruebas diagnósticas —en muchos casos innecesarias— con el único objetivo de descartar cualquier enfermedad a pesar de que en muchos casos está claro ya el diagnóstico. De este modo, se aseguran de que el enfermo firma su consentimiento a todos los tratamientos o pruebas que le realizan y no habrá una posible denuncia.
De hecho, según la encuesta antes mencionada, más del 60 % de los profesionales reconocen prescribir pruebas diagnósticas de las que podrían prescindir para evitar un problema legal; a su vez, una conducta que más del 90 % considera “muy o bastante frecuente” en el conjunto de los servicios.
De acuerdo con los resultados del estudio de la OMC, SESPAS y SEMES, dos terceras partes de los profesionales creen que la posibilidad de ser demandados condiciona su propio ejercicio profesional. En el caso de los Servicios de Urgencias, el porcentaje se incrementa, ya que cerca del 90 % considera que la presión judicial sobre los médicos, motivada por las demandas de los pacientes, se ha incrementado “mucho o bastante” en los últimos años.
La medicina defensiva en su definición puede considerarse también como un apartado más de la iatrogenia, aquel daño en la salud del paciente causado o provocado por un acto médico. Este se traduce en riesgos para la seguridad del paciente, efectos adversos de la actividad clínica, sobrediagnóstico y sobretratamiento, entre otros.
El aumento del uso de la medicina defensiva en Urgencias
Los expertos advierten de que la medicina defensiva se detecta fundamentalmente en los Servicios de Urgencias Hospitalarios, motivada generalmente por la “presión de la urgencia”, donde por la necesidad de inmediatez de respuestas, la gran demanda o falta de profesional sanitario, se pueden realizar excesivas pruebas diagnósticas para evitar denuncias de pacientes.
Este contexto puede generar un problema deontológico. Se crea un conflicto de intereses: el médico toma sus decisiones no por el beneficio del paciente, sino para evitar problemas legales. Por ello, la medicina defensiva está recogida en el nuevo Código de Deontología Médica como una mala praxis “contraria a la Deontología Médica pues la inhibición o las actuaciones clínicas excesivas e inapropiadas pueden dañar al paciente”.
Al aplicarse la medicina defensiva, otra de sus consecuencias es que, al realizar tantísimas pruebas diagnósticas, se elevan los costes de la práctica médica. A ello hay que sumarle que se merma la confianza que pueda existir entre el médico y los pacientes.
Desde el OMC insisten en que los médicos son “las segundas víctimas” cuando se produce un evento adverso durante la práctica asistencial, por lo que inciden en la importancia de apoyarles, así como en la necesidad de que se formen y buscar soluciones entre todos los implicados