UNIR Revista
Las mejores estrategias para afrontar el problema de la alimentación emocional, según el experto Alfonso Méndez, que recordó en UNIR la importancia de abordar tanto los aspectos mentales como los sociales y biológicos en nuestros hábitos alimentarios diarios.
El reconocido psicólogo Alfonso Méndez, director de la Unidad de Obesidad y Sobrepeso en el Instituto Centta, protagonizó recientemente un evento en UNIR con una ponencia de total actualidad centrada en la alimentación emocional.
Méndez, cofundador y excoordinador del grupo de trabajo TCA y Obesidad del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y que cuenta con la certificación como Psicoterapeuta Europsy, se adentró en el complejo mundo los sentimientos y la alimentación, habló de los diferentes tipos de hambre, de los desencadenantes que conducen a comer emocionalmente, las consecuencias para la salud y las estrategias que mejor funcionan.
Tipos de hambre
Méndez distinguió entre el hambre física, que surge de la necesidad del cuerpo de ingerir nutrientes, y el hambre emocional, impulsada por factores psicológicos como el estrés, el aburrimiento o la tristeza. Comprender estas diferencias es crucial para abordar los patrones de alimentación emocional. El hambre física es una señal del cuerpo que indica la necesidad de energía y nutrientes, mientras que el hambre emocional está vinculada a estados afectivos y no a necesidades biológicas.
Desencadenantes de la alimentación emocional
El psicólogo enfatizó que la alimentación emocional puede activarse por una variedad de factores, incluidas las emociones negativas, las diferentes situaciones sociales e incluso las señales ambientales. Reconocer estos desencadenantes es el primer paso hacia la asunción de hábitos alimenticios más saludables.
El psicólogo Alfonso Méndez, director de la Unidad de Obesidad y Sobrepeso en el Instituto Centta.
Entre los detonantes más comunes se encuentran el estrés laboral, los problemas en las relaciones personales y también las situaciones de soledad. Además, ciertos contextos sociales, como las reuniones familiares o las celebraciones, pueden provocar comportamientos impulsivos con la comida.
Consecuencias para la salud
Méndez subrayó el impacto negativo de la alimentación emocional en la salud. Desde el aumento de peso y las deficiencias nutricionales, hasta un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas, las consecuencias pueden ser severas.
La alimentación emocional puede llevarnos a un ciclo de consumo excesivo de alimentos poco saludables, seguido de sentimientos de culpa y vergüenza, lo que a su vez perpetúa el comportamiento. Abordar el problema de la alimentación emocional no solo mejora el bienestar mental, sino que también protege la salud física.
Estrategias y comportamientos
Para combatir la alimentación emocional, Méndez sugiere diversas estrategias. La autobservación es fundamental, ya que permite a las personas ser conscientes de sus hábitos alimentarios y sus desencadenantes. La técnica del mindful eating, o comer con atención plena, es esencial para identificar y cambiar patrones de comportamiento.
Además, es vital para los psicólogos que trabajan con pacientes que requieren mejorar su alimentación emocional, recopilar datos sobre los hábitos alimentarios del paciente y analizarlos para identificar patrones y situaciones específicas. Esto permite desarrollar un plan personalizado para abordar la alimentación emocional.
Estudios recientes muestran que nuestro intestino delgado está irrigado de neuronas, las mismas que se encuentran en el cerebro, y que estas tienen una función crucial en la estabilización de los neurotransmisores.
Durante la sesión, Méndez también destacó la importancia de la salud digestiva en la gestión de la alimentación emocional. Estudios recientes muestran que nuestro intestino delgado está irrigado de neuronas, las mismas que se encuentran en el cerebro, y que estas tienen una función crucial en la estabilización de los neurotransmisores.
De hecho, la serotonina, un neurotransmisor clave en la regulación del estado de ánimo, se sintetiza en el intestino. Este conocimiento subraya la conexión entre nuestra salud digestiva y emocional, y cómo el comportamiento respecto a la alimentación emocional puede tener un impacto amplio en nuestro bienestar general.
El comportamiento respecto a la alimentación emocional puede tener un impacto amplio en el bienestar general.
Méndez también señaló que a veces es necesario profundizar en las relaciones de los pacientes. No solo se trata de gestionar las emociones, sino también de revisar el apoyo social que tiene la persona.
Los problemas con la comida pueden ser solo la punta del iceberg y, por debajo, hay muchas otras cuestiones implicadas. Un enfoque holístico puede revelar que la falta de apoyo social o problemas interpersonales contribuyen significativamente a los patrones de alimentación emocional.
La alimentación emocional es un problema multifacético con profundas implicaciones para la salud mental y física. Al comprender los diferentes tipos de hambre, identificar los desencadenantes e implementar estrategias de uso efectivas, las personas pueden navegar en su relación con la comida de manera más consciente y saludable.
- Facultad de Ciencias de la Salud