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Las personas con el síndrome de Savant son capaces de desarrollar un alto nivel de ejecución en una tarea concreta, pero presentan notables déficits en cuestiones básicas.
El síndrome de Savant es una de las afecciones más extrañas que podemos encontrar en neuropsicología. Por un lado, se produce en un caso entre un millón. Por otro lado, presenta una dualidad muy particular: las personas que lo sufren tienen una discapacidad funcional significativa y déficits en cuestiones básicas, como puede ser la higiene personal, pero, al mismo tiempo, son expertos en la ejecución de una o varias tareas concretas. Por esta razón, este caso también se conoce como el síndrome del sabio.
Benjamin Rush, un médico estadounidense, describió por primera vez a finales del siglo XVIII lo que a día de hoy conocemos como síndrome de Savant. En su caso, su paciente presentaba una capacidad destacada para el cálculo mental. Y es que esta es una de las habilidades donde las personas con este síndrome pueden ser genios, al igual que en la capacidad de memorizar, las aptitudes artísticas, el aprendizaje de idiomas o la interpretación de mapas.
El caso más conocido de una persona con síndrome de Savant es el de Kim Peek, interpretado por Dustin Hoffman en la conocida película Rain Man, que nació con macrocefalia y daño en el cerebelo, pero era un genio para memorizar. Entre otros muchos datos, recordaba todos los mapas de Estados Unidos.
El síndrome de Savant y su vínculo con el autismo
El síndrome de Savant suele estar vinculado a los trastornos del neurodesarrollo. En concreto, se considera como un tipo especial de autismo muy relacionado con el síndrome de Asperger. No obstante, aún no aparece reconocido en el DSM-V (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) y se diferencia del síndrome de Asperger porque, aunque comparten los problemas cognitivos, la torpeza psicomotriz y la falta de habilidades sociales, las personas con el síndrome del sabio muestran un nivel de maestría mayor.
Además, el síndrome de Savant puede ser adquirido y aparece por accidentes cerebrovasculares, aneurismas o intervenciones quirúrgicas. Por lo general, los estudios realizados mediante técnicas de neuroimagen han mostrado que la mayoría de las alteraciones se producen en el hemisferio izquierdo del cerebro. Ante esta afectación, los expertos consideran que se genera un fenómeno por el que el hemisferio derecho se desarrolla más y es el responsable de la presencia de talentos extraordinarios. De esta manera, según cual sea la región cerebral dañada, la persona será experta en una habilidad u otra.
No obstante, también existen casos de personas que han sufrido el síndrome de Savant desde su nacimiento. En estos casos, la causa suele ser la presencia de complicaciones durante el embarazo o tener un parto complicado. En este caso, cabe mencionar que la incidencia es mayor en los varones.
El tratamiento del síndrome de Savant
Dadas sus similitudes con el síndrome de Asperger, su tratamiento es parecido. La terapia ocupacional suele ser la opción más utilizada, ya que, mediante su acción, se refuerzan y corrigen las conductas con deficiencias. No obstante, en los últimos años, también está cobrando protagonismo el tratamiento mediante la arteterapia.
Sea cual sea el tratamiento elegido, la figura del neuropsicólogo es muy importante, pues es quien se encarga de la valoración y la intervención cognitiva. Además, los psicólogos especializados en Atención temprana pueden intervenir con estos niños en edad preescolar.
El foco principal es mejorar todo lo posible la calidad de vida de las personas que tienen el síndrome de Savant. Por ello, es muy importante el análisis y evaluación de las deficiencias y habilidades de cada persona para saber en qué aspecto conviene más actuar.
Para ello, resulta imprescindible contar con profesionales especializados en neuropsicología clínica que puedan descifrar cómo funciona el cerebro y qué relación tiene con la conducta; más aun teniendo en cuenta la diversidad de casos y las numerosas líneas de investigación que existen.