Román Rodríguez Curbelo
Esta situación perjudica sobre todo a la salud psicológica de los trabajadores sanitarios. Una buena gestión previa puede evitar los sobreesfuerzos que afrontan a diario quienes nos cuidan.
Como en cualquier otra profesión, cuando hablamos de carga de trabajo nos referimos a los requerimientos físicos y psicológicos a los que se somete un trabajador durante su jornada laboral.
“Aunque existen muchas mediciones directas e indirectas, todas terminan por determinar que la carga laboral es el tiempo necesario para atender y cuidar a cada paciente. Pero este tiempo es normalmente muy superior a la jornada laboral de un profesional, de unas siete horas”, asegura Francisco José Duque, director del Máster Universitario en Dirección y Gestión de Unidades de Enfermería de UNIR.
Los aspectos físicos todavía protagonizan la definición de este concepto. Y es cierto que la sobrecarga laboral puede provocar golpes, caídas, accidentes biológicos, contagios o incluso agresiones.
Pero en una profesión de tanta presión como la enfermería, sobre todo tras la pandemia de COVID-19, tiene sentido que cobren más relevancia las consideraciones psicológicas en su entorno laboral.
De hecho, Duque reconoce que la salud psicológica es la que más se resiente por este fenómeno. El síndrome del “estar quemado” es quizá el más conocido, pero surgen igualmente la ansiedad, la depresión, los cambios de humor e incluso el miedo insuperable a cometer errores.
Las sobrecargas laborales pueden resolverse con un sobreesfuerzo del profesional sanitario, pero solo en parte y durante poco tiempo. Duque lo ejemplifica: “Si la jornada laboral de una enfermera da para atender adecuadamente las necesidades de ocho pacientes, los cuidados no serán los idóneos cuando se encarga de 12”.
Cómo la pandemia lo empeoró todo
Este trastorno provoca también que la productividad y la atención se resientan, y hasta dificulta la desconexión durante las vacaciones. La pandemia solo ha agravado lo que estaba presente ya en muchas condiciones laborales: la OMS reconoce su influencia desde 2019.
De hecho, dos tercios de las enfermeras sufrieron graves episodios de ansiedad durante lo peor de estos últimos años y la mitad ha pensado en abandonar la profesión, según una encuesta publicada a comienzos de año por el Consejo General de Enfermería.
Francisco José Duque, enfermero y académico.
La crisis del coronavirus ha traído muchos cambios en las ratios entre paciente y enfermeros en España, la mayoría de ellos “sin un sentido lógico”, lamenta el docente. Unidades de enfermería con ratios de 1/2 (un sanitario cada dos pacientes), y hasta de 1/1, empeoraron a 1/4 e incluso a 1/7.
“No se hizo una medición real de la carga de trabajo que suponía llevar un paciente con COVID-19 y todas las medidas de aislamiento que conlleva. Después parece que sí. Pero antes se actuaba más en función de la presión asistencial y de la disponibilidad de personal y recursos”, recuerda el director del máster.
Duque cree que todavía es pronto para analizar los posibles cambios generados por la pandemia en la gestión de los equipos de enfermería porque aún continúan abriéndose y cerrándose plantas para pacientes con coronavirus. Pero “la repercusión que ha tenido esta enfermedad sobre los presupuestos ya es evidente”, recalca.
El principal cambio en este ámbito, en su opinión, es “la implantación de una rigurosa política de austeridad que fomenta bajos niveles de contratación y sustitución, y una disminución de las libranzas del personal y un aumento de la ratio de pacientes”, afirma.
¿Cuáles son las consecuencias de estas políticas? La sobrecarga de trabajo. “Se ha gastado mucho, en ocasiones de forma incontrolada y por motivos no siempre estrictamente sanitarios. Ahora eso lo estamos pagando”, lamenta.
Previsión y formación, soluciones principales
Solo una gestión a largo plazo puede minimizar esa sobrecarga laboral. Una estrategia planteada en estos términos incluirá medidas con las que anticipar esta anomalía. Previsiones a corto plazo, sin embargo, solo consiguen “tapar agujeros”, advierte Duque. Y la realidad es tozuda: el problema resurgirá con más fuerza.
Más allá de las ratios, que no dejan de ser una relación numérica, la gestión idónea de estos profesionales, según Duque, debe incluir un análisis de cada puesto de trabajo y la elaboración de perfiles profesionales adecuados a cada uno de ellos.
“Debemos, además, trabajar sobre el clima laboral y la satisfacción de los profesionales, incluyendo promociones, reconocimientos, protagonismo y formación”, añade.
La formación es imprescindible antes, mucho antes de que ocurran los eventos extraordinarios
Esta última característica, lejos de ser baladí, es para Duque fundamental. Los gestores deben ser conscientes de que la formación de los profesionales sanitarios no es un mero gasto, sino una inversión que retornará a la institución y resultará beneficiosa para todas las partes.
Uno de los grandes problemas durante la pandemia, de hecho, fue la poca formación de un porcentaje “elevadísimo” de enfermeros en el manejo de situaciones de alto contagio y de equipos de protección individual, los ya famosos EPI.
“Esto llevó a numerosas bajas entre el personal sanitario por desconocer los protocolos. La formación es imprescindible, pero no durante los eventos extraordinarios, sino antes, mucho antes y de forma permanente, para estar preparados”, subraya el docente.
En este sentido, el Máster en Enfermería online de UNIR ofrece la posibilidad de aprender a diseñar un modelo de gestión que cuide de los profesionales y, por lo tanto, también de los pacientes.