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Antes se diferenciaban cuatro tipos de autismo, pero, como muchas veces sus síntomas se solapaban, ahora se habla del autismo como un espectro sintomatológico.
Actualmente, no se habla de tipos de autismo, sino de un espectro sintomatológico con algunas características en común, pero con una diversidad de alteraciones y de su severidad.
Anteriormente, sin embargo, se contemplaban diferentes tipos de autismo dentro del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-IV), como el trastorno autista o síndrome de Kanner, el síndrome de Asperger, el trastorno desintegrador infantil o síndrome de Heller, y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado.
Entonces, según la clasificación de los tipos de autismo del DSM-IV, estos se podían dividir en cuatro; aunque algunos de sus síntomas se solapaban y compartían muchas características.
El trastorno autista o síndrome de Kanner
Es como se conocía el autismo clásico, caracterizado por problemas en diferentes habilidades intelectuales, sociales, de relaciones y de empatía, y por una limitada conexión emocional con los demás.
Con un desarrollo deficiente de la interacción y comunicación sociales, quienes presentaban el síndrome de Kanner solían mostrarse indiferentes ante las reacciones de otras personas. Además, presentaban problemas de comunicación, un elevado deterioro lingüístico y un desmesurado interés por objetos inanimados.
Para diagnosticar trastornos del desarrollo como el autismo, se utilizaban los criterios del DSM-V y se dividían los síntomas en dos grandes bloques: los déficits en comunicación e interacción social, y los intereses, actividades y comportamientos repetitivos y restringidos.
El síndrome de Asperger
Trastorno del desarrollo que afectaba principalmente a las interacciones sociales, la comunicación verbal y no verbal, y la flexibilidad del pensamiento. Generalmente, se les consideraba buenos en memoria, cálculo y ciencias.
Sus déficits en habilidades sociales y comportamentales comprometían su desarrollo e interacción social y laboral.
Para diagnosticar el síndrome de Asperger se debía realizar un diagnóstico diferencial con el trastorno autista, ya que existían algunas diferencias en su inicio, curso y prevalencia. Se trataba de uno de los tipos de autismo más difícil de diagnosticar, por su inteligencia media o alta, donde a veces se infravaloraban sus limitaciones y dificultades.
El trastorno desintegrador infantil o síndrome de Heller
Se caracterizaba por una aparición retrasada, entre los dos y tres años, de los síntomas. Presentaba retrasos en el lenguaje, la función social y las habilidades motrices, aunque podía no diagnosticarse hasta pasado los 10 años.
La característica principal y distintiva de este tipo de autismo era su carácter regresivo, es decir, los niños empezaban a perder ciertos conocimientos adquiridos durante los primeros años de su infancia.
Para poder diagnosticar el trastorno desintegrador infantil, solo había que tener en cuenta el inicio y el curso clínico, dado que se diferenciaba del autismo por un inicio tardío y un curso clínico con un deterioro de las capacidades muy pronunciado.
Trastorno generalizado del desarrollo no especificado
Se asociaba con personas que presentaban síntomas del trastorno autista demasiado heterogéneos, que no encajaban con ningún otro tipo de autismo.
Se caracterizaba por un déficit de reciprocidad social, un déficit severo de comunicación y la existencia de intereses peculiares y actividades restringidas y estereotipadas.
La persona con un trastorno generalizado del desarrollo no especificado poseía algunos comportamientos propios del autismo, pero no cumplía con todos los criterios.
En definitiva, años atrás, a partir del diagnóstico de un neuropsicólogo formado con un Máster en Neuropsicología, se indicaba qué tipo de autismo prevalecía en la persona. Actualmente, como es complejo diferenciar los tipos de autismo sin caer en sesgos, no existe esa distinción, así que se clasifica el autismo como un espectro sintomatológico.
El neuropsicólogo, además, se encarga de adecuar el tratamiento, que suele basarse en cuidados neurológicos y rehabilitación cognitiva y conductual.