UNIR Revista
El trasplante de médula ósea infantil ayuda a regenerar las células madre enfermas; estas pueden obtenerse de la sangre, del cordón umbilical o de una médula ósea.
El trasplante hematopoyético es un procedimiento terapéutico para tratar enfermedades hematológicas no malignas, cánceres de la sangre (leucemia, linfoma, etc.), patologías genéticas (hemopatías, inmunodeficiencias y metabolopatías) y es también empleado como tratamiento de consolidación en algunos tumores sólidos pediátricos, siendo en algunos casos la única herramienta terapéutica.
El trasplante hematopoyético o de células madre de la sangre (aquellas que se alojan y desarrollan en la médula ósea) es un procedimiento que consiste en una infusión de células hematopoyéticas sanas en un paciente con un sistema hematopoyético enfermo.
Esto es necesario porque la médula ósea de esa persona enferma produce células malignas. Estas se destruyen mediante la administración de radioterapia, quimioterapia o altas dosis de medicamentos en combinación, y después se reemplaza por una médula ósea sana y nueva, procedente de un donante nuevo o del propio paciente. En concreto, estas células progenitoras hematopoyéticas se obtienen de distintas fuentes: médula ósea, sangre periférica y cordón umbilical.
En el caso de niños con cáncer que se someten a un trasplante 7 de cada 10 se curan, y un tercio de ellos son adolescentes entre los 15 y los 19 años. En España se registran 1500 casos de cáncer en niños al año, según datos de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer.
Proceso del trasplante hematopoyético
En primer lugar, se debe estudiar cuál es el donante más idóneo en el caso de que el menor precise de un trasplante hematopoyético, y esto puede ser el propio paciente, un familiar o alguien que no esté emparentado con él. A partir de ahí, hay que ver de dónde es mejor extraer los progenitores hematopoyéticos, si de cordón umbilical, de la médula ósea, o bien de sangre periférica.
En el caso de los trasplantes hematopoyéticos, las células madres de la sangre pueden proceder de dos vías distintas:
Trasplantes autólogos o autotrasplantes
Donde se usan las propias células madre hematopoyéticas del menor. Se pueden eliminar las células neoplásicas o malignas de la médula del niño a partir de quimioterapia, que puede ir o no acompañada de radioterapia. Después se recuperará la función medular a partir del autotrasplante.
Trasplantes alogénicos
Se emplean células madre hematopoyéticas de un donante que es familiar o bien de una persona que no está emparentada con el niño. Previamente, se eliminan a base de quimioterapia, en combinación o no con radioterapia, las células malignas y se sustituyen por las del paciente sano.
Posibles complicaciones
En algunas enfermedades son tan altas las dosis de quimioterapia o de radioterapia que precisan los niños que es muy importante medir la toxicidad. Asimismo, durante los primeros 30 días postrasplante pueden producirse determinados efectos secundarios como náuseas y vómitos, diarrea, parotiditis, caída de cabello o insuficiencia medular, entre otros.
Por otro lado, y en el caso de los trasplantes alogénicos, se corre el riesgo de que el material recientemente trasplantado ataque el cuerpo del receptor del trasplante, lo que se conoce como Enfermedad Injerto contra Receptor, que será aguda o crónica en función de cuanta más compatibilidad exista entre el donante y el receptor.
Cuando un paciente necesita de un trasplante hematopoyético es importante contar con un profesional sanitario muy especializado en la materia y con formación complementaria como la que proporciona el Máster en Oncología y Hematología Pediátrica de UNIR.