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El periodismo de investigación protagoniza la nueva novela de Carlos Fernández-Alameda

El periodista científico y responsable de la UCC+i de UNIR presenta su nueva obra, repleta de personajes, intriga, acción, diálogo y reflexión, este viernes y sábado en Madrid y el 28 de enero en su Ávila natal

Un ataque a la redacción de una productora acaba con la vida de varios periodistas. Entre ellas la de su máximo responsable, Adriano Fuente. Su asesinato supone un punto de inflexión en el devenir cotidiano de su hermano Leo, librero de profesión, la mujer de este, Elena, su compañero de trabajo Ludwig, sus amigas Silvia y Eva y de otros muchos personajes que conforman el universo de ‘8 metros por segundo’. La nueva novela de Carlos Fernández-Alameda, periodista científico y responsable de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+i) de UNIR, que este viernes 20 de enero presenta en el madrileño Café Libertad a las 19 horas y el sábado a las 12.30 horas en Casa del Libro Alcalá. Una semana después, el 28 de enero, hará lo propio en El Episcopio, en su Ávila natal.

Tras abordar aspectos como la radicalización y el fanatismo en su primer libro, ‘Najjar, dibújame en pólvora’, este segundo trabajo, que llega de la mano de Esdrújula Ediciones con una atractiva estética muy propia del cómic en su portada, se centra en el periodismo de investigación como hilo conductor de una trama repleta de intriga y acción, fluidos diálogos e historias personales, sociales e internacionales que también invitan al lector a reflexionar e ir un paso más allá. Cuestiones como la “hipocresía” con la que se trata la tragedia de los inmigrantes sirios en el Mediterráneo “tanto por parte de las naciones europeas como por aquellas que atacan a Europa con esta problemática”, temas sociales como el alzheimer, el consumo de alcohol y drogas y las enfermedades mentales que se derivan del mismo se encuentran las páginas de esta historia.

Una novela cuyo germen se inició hace un lustro pero que fue hace tres años cuando realmente empezó a cobrar forma. También el estremecedor atentado contra Charlie Hebdo -al cual retrotrae el punto de partida del libro- aceleró los tiempos “porque me vinieron más ideas a la cabeza”. Pensamientos que complementó con experiencias propias vividas en “redacciones amenazadas” o con las de otros compañeros. Todo con la intención de reflejar “qué pasa con esas personas que sobreviven a un ataque o amenaza terrorista, con sus vidas y qué ocurre después de eso”.

Buen ejemplo de ello es Leo, que intenta llevar a cabo una labor de periodismo de investigación para esclarecer el asesinato de su hermano. “Se da cuenta de las dificultades y problemas, debe superar muchas cuestiones que nunca se había planteado y barreras que son ajenas por completo a su experiencia vital; de repente percibe los peligros, amenazas y problemas personales que puede generarle el periodismo en sí“.

Porque es esta profesión la que Fernández-Alameda desglosa en profundidad. Convencido de que el periodismo de investigación “puede salvar el mundo por ser una de las pocas herramientas que tiene la Democracia, y los ciudadanos, para tener información precisa, porque cuenta cosas que nadie más dice y les pone en el camino de lo que ocurre en el poder”, sostiene. Y ahonda: “Si no hubiera este periodismo seríamos como ovejas en el redil, no sabríamos cuándo va a venir el lobo, perderíamos el sentido crítico y la capacidad de que alguien nos revelara algo, como ha ocurrido en anteriores ocasiones”.

Un documental poliédrico

Sin embargo, también es consciente de la faceta más crítica de esta labor. “La realidad de muchas redacciones digitales es que buscan el titular efectista, la información rápida y a veces sin contrastar; la inmediatez, la necesidad de sacar adelante el producto y la espectacularización, por ejemplo en televisión, de la información”, enumera. “Te encuentras con noticias que son propaganda, publicidad, etc; parece que se trata de no hablar de lo importante”, lamenta.

Una dualidad y ambivalencia que también se perciben en la novela. Al igual que Adriano Fuente, Carlos Fernández-Alameda intenta favorecer el sentido crítico. “Fuente no daba conclusiones claras, su tipo de periodismo era el de contar las historias desde varios puntos de vista, sin orientar el reportaje. Juntaba a periodistas de diferentes tendencias con el resultado de un documental poliédrico, aunque al final le trae muchísimos problemas”. Es precisamente con el sentido de documental como él ha concebido ‘8 metros por segundo’. “Cambia el ritmo, te ofrece algo y de repente te lo pone en cámara lenta para que observes más ese aspecto y luego te lo resume y va rápido”, expone sobre una novela que recorre ciudades como Madrid, Valencia, Ávila o Bruselas, entre otras.

Escenarios destacados para un libro cuyo autor considera más de personajes secundarios. “Los protagonistas no se perciben como tales, tiene un peso muy repartido” y es ahí donde entraña una de las principales dificultades. “Me ha costado mucho ponerme en la piel de todos y cada uno, son muy diferentes entre sí”, sostiene el periodista antes de reconocer otro aspecto crítico para él. El capítulo final. Su afán de proveer al lector de un buen sabor de boca, a la par que lograr una conclusión espectacular y sorprendente, lo convierte en su particular piedra filosofal. No obstante, reconoce que se da por satisfecho “con que el lector llegue bien, que sienta como si saliera de una clase de body pump, donde te han dado mucha caña pero tras la ducha sales relajado y como nuevo”, ejemplifica.

Objetivo que confía haber logrado con esta novela, cuyo título, además de para dar sensación de velocidad, está relacionado con un suceso muy explícito que vive uno de los secundarios de la novela “al que la gente le coge mucho cariño, al menos yo lo he hecho”, admite con la mente ya puesta en futuros proyectos, uno de los cuales podría ser, si así lo quieren las musas, una precuela que narre la vida de Adriano y los sucesos que precedieron al ataque a su redacción.

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