Alberto Olivares
La transición energética representa una oportunidad para que Latinoamérica sea referente de los nuevos negocios energéticos que surgen de una economía neutra en emisiones de carbono.
En el ámbito internacional, la Unión Europea (UE) es la principal referencia en el desarrollo de las energías renovables. No solo ha apostado por estas fuentes limpias como parte de su política ambiental, sino también como estrategia para solventar sus problemas de seguridad de abastecimiento -derivados de las escasas reservas de hidrocarburos en su territorio-. Este impulso político de las fuentes renovables, ha sido acompañado de una fuerte inversión en I+D+i para el desarrollo de las tecnologías. Sin ello, no hubiera sido posible el proceso de transformación del modelo energético que vivimos hoy.
Las energías renovables son competitivas en todo el mundo, en gran parte, gracias al decidido apoyo que la UE y sus estados miembros han dado a estas fuentes, cuando los costes eran elevados y el desarrollo tecnológico era limitado. Hoy, un porcentaje importante de la tecnología utilizada en los parques de energías renovables -especialmente eólicos-, es de manufactura europea. También la mano de obra especializada.
Con una industria de generación renovable competitiva, se comenzó a observar como posible el reemplazo progresivo de las fuentes convencionales, altamente contaminantes, y a proyectar un cambio de modelo energético. La transición energética centró la agenda energética internacional, instando a los países a adaptar sus marcos jurídicos para facilitar la incorporación de las energías renovables.
¿En qué punto está Latinoamérica en su modelo energético?
Latinoamérica se ha sumado a la apuesta por las renovables, aunque no todos los países tienen todavía esquemas regulatorios que faciliten el desarrollo de proyectos eólicos o solares. Chile es uno de los países de la región que con mayor rapidez ha transformado su matriz eléctrica. En algo más de una década, ha pasado de tener un parque renovable testimonial a llegar a casi el 30% de la capacidad instalada, sin contar a la hidroelectricidad. No obstante, dicho país importa toda la tecnología utilizada en sus parques eólicos y solares. El crecimiento de las energías renovables no ha ido acompañado de un proceso de desarrollo de una industria de tecnología renovable, como ha sucedido en Europa.
Costa Rica también ha apostado seriamente por las energías renovables. Sin embargo, se enfrenta a otro dilema. La generación renovable es luego consumida por actividades altamente contaminantes, que no han llevado a cabo una transformación de sus procesos productivos con estándares climáticos. La producción de energía renovable debe ir acompañada de una transformación progresiva de la forma en que se consume dicha energía, para que tenga un mayor impacto en la crisis climática actual.
Otros países como Colombia o Perú, están llevando a cabo importantes procesos de adaptación normativa para la transformación de sus matrices eléctricas. Por ello, es posible anticipar que la industria renovable tendrá un crecimiento sostenido en dichos países. En cambio, México se debate entre dar continuidad a la liberalización de su sistema eléctrico, propiciado por el anterior gobierno, y la vuelta al modelo de monopolio estatal. La idea que subyace de este dilema mexicano, es que parece que la implantación de las energías renovables necesita, o se estimula mejor, en un contexto liberalizado.
El cambio climático da paso a una segunda fase de la transición energética
La progresiva prevalencia de las energías renovables en el mix energético mundial y los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero están propiciando una ampliación en los objetivos de transición energética, para lograr una economía neutra en carbono, en el horizonte del año 2050.
La estrategia climática parece dirigirnos a un proceso de transformación mayor de nuestro modelo de sociedad y ello también está impactando en el sector energético. Las energías renovables no solo son competitivas, sino que están impulsando un cambio fundamental al modelo energético del siglo XX, su descarbonización. La electricidad, generada con energías limpias y en lugares cercanos a los puntos de consumo, se observa como la principal fuente energética de nuestra época y base del modelo energético poscarbono.
De esta forma, la electrificación del consumo energético, de la mano de las energías renovables, está dando lugar a un proceso de descentralización del sistema eléctrico, que conlleva la entrada de nuevos actores y tecnologías. Asimismo, ha posibilitado el empoderamiento del consumidor como centro de un nuevo diseño del sistema energético.
La generación distribuida, el autoconsumo, las comunidades energéticas, el almacenamiento, el hidrógeno verde, el agregador independiente, las energías marinas, la digitalización de la actividad energética, las redes inteligentes, son algunas de las actividades, actores y tecnologías que se suman a la revolución energética que ha propiciado la energía renovable y al asunción de la electricidad como tecnología de la economía descarbonizada.
¿Nuevos negocios en torno al paradigma del modelo energético en construcción?
Esta fórmula, propiciada también por la Unión Europea, de asociar el cambio climático y la transición energética a oportunidades de negocio, no ha tomado por sorpresa a Latinoamérica, como sucedió con el impulso de la industria relacionada con las energías renovables.
Esta vez, los países latinoamericanos quieren ser actores relevantes de la revolución energética que estamos viviendo. En diversos foros académicos, institucionales, sociales y empresariales, se debate en torno al hidrógeno verde, la electromovilidad o el almacenamiento. Asimismo, existe mayor disposición de los gobiernos a adaptar los marcos jurídicos energéticos a la nueva estrategia de energía y clima que se promueve a partir del Acuerdo de París de 2015.
Por fin, el modelo energético que está emergiendo como respuesta a la adaptación climática en que estamos inmersos como sociedad, y que está modificando radicalmente el negocio energético, parece ser lo suficiente atractivo para propiciar una transformación mayor del sistema energético de los países latinoamericanos, que quieren sentirse actores esenciales del nuevo modelo.
Y esta vez, no como meros receptores de tecnologías que desarrollaron otros países, sino que participando activamente en la implementación de las tecnologías que facilitarán su transición hacia economías climáticamente neutras. Estas servirán de motor para continuar con el proceso de desarrollo sostenible que han iniciado, facilitando así su adaptación climática.
Todas estas temáticas son parte del Máster en Derecho de la Energía y Transición Energética de UNIR, título del que soy coordinador académico, que busca formar desde una perspectiva jurídica, a profesionales que entiendan el funcionamiento y las características del nuevo modelo energético poscarbono, para poder entregar respuestas óptimas a los diversos desafíos que su implantación está generando.
