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“Un niño de cuatro años necesita jugar, no ir a la escuela”, decía Jari Lavonen, decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, al diario La Vanguardia, el pasado 20 de febrero. No todos están de acuerdo con ese punto de vista. Para Miquel Freixa, uno de los autores de Didáctica de las Ciencias Sociales en Educación Infantil, "las realidades sociales son las que justifican en mayor medida la necesidad de una Educación Infantil".
“Un niño de cuatro años necesita jugar, no ir a la escuela”, decía Jari Lavonen, decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, al diario La Vanguardia, el pasado 20 de febrero. No todos están de acuerdo con ese punto de vista. Para Miquel Freixa, uno de los autores de Didáctica de las Ciencias Sociales en Educación Infantil, “las realidades sociales son las que justifican en mayor medida la necesidad de una Educación Infantil”.
“Un niño de cuatro años necesita jugar, no ir a la escuela”, decía Jari Lavonen, decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, al diario La Vanguardia, el pasado 20 de febrero. No todos están de acuerdo con ese punto de vista. Para Miquel Freixa, uno de los autores de Didáctica de las Ciencias Sociales en Educación Infantil, “las realidades sociales son las que justifican en mayor medida la necesidad de una Educación Infantil”.
Didáctica de las Ciencias Sociales, el último manual que ha publicado UNIR, recoge los principales itinerarios de las investigaciones en didáctica de las áreas sociales en los últimos años, y también la evolución del pensamiento social y moral de los niños, la paulatina asimilación de su papel en la sociedad y su incorporación a los mecanismos que la rigen.
Freixa nos advierte: “El profesor, como parte (importante) de esa pequeña sociedad que es el aula, no debe perder de vista que él no es un espectador de lo que sucede, ni siquiera conviene que se considere a sí mismo como un «director de orquesta» o un «entrenador»”.
El maestro es parte de esa sociedad, interactúa con ella y lo que haga repercute en sus alumnos y en lo que hagan sus alumnos. Es el llamado efecto Pigmalión: “Aquellos con quienes nos relacionamos responden de acuerdo con las expectativas que hayamos depositado en ellos”.
Como se recuerda en Didáctica de las Ciencias Sociales: “Si saludamos a alguien de mala gana, nos contestará de mala gana; si sonreímos, nos sonreirá; si nos mostramos desconfiados con él, nos corresponderá con su desconfianza. Esto es especialmente visible en el campo educativo, que es inicialmente donde se empezó a estudiar este efecto (Rosenthal y Jacobson, 1968)”.
Una de las formulaciones del efecto Pigmalión es hablar de él como de una «profecía autocumplida». Cuando se espera más de una persona, se produce un determinado clima emocional que facilita la relación con ella. La confianza es mayor, la comunicación más fluida. En consecuencia, de la buena administración del efecto Pigmalión dependerá en gran medida el clima del aula y el aprendizaje de los alumnos.
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