Román Rodríguez Curbelo
Hace tiempo que las ciencias exactas dejaron de ser una fábrica de docentes. Uno de ellos, Daniel Pérez, nos descubre nuevos perfiles en torno a los números.
Un matemático ha visto, trabajado y comprendido a lo largo de sus estudios una gran multitud de conceptos abstractos con los que puede resolver situaciones complejas y diversas. Su modo de razonar es capaz, por su estructura mental, de adaptarse con suma facilidad a entornos diferentes y cambiantes, según el profesor del grado en Matemática Computacional de UNIR, Daniel Pérez Palau.
Los graduados en esta disciplina disponen de una capacidad de abstracción muy atractiva para el mercado laboral. Suelen dominar elementos de programación y pueden organizar códigos hasta extraer conclusiones, características todas ellas muy valoradas, en particular, por las empresas tecnológicas.
Profesionales atractivos
“Es habitual que los empleadores prefieran a un matemático sin vicios adquiridos por años de estudio y que deba formarse con rapidez, a un graduado de un área específica. La adaptabilidad del matemático hará que en pocos meses rinda más”, cuenta Daniel Pérez.
Empleadores de sectores, por otro lado, realmente dispares. El docente de UNIR encuentra desde hace años a matemáticos incluso en empresas vitivinícolas para modelar el proceso de fermentación de la uva y adaptarlo a cada cosecha. También en corporaciones y agencias de última tecnología, como las principales agencias espaciales alrededor del mundo.
Y, sobre todo, las matemáticas resultan fundamentales entre las empresas dedicadas a las ciencias de la computación, la ciencia de datos y la inteligencia artificial. Bancos, compañías de seguros, desarrolladoras de videojuegos o empresas de marketing, entre otras, requieren de profesionales que gestionen cantidades enormes de datos. Una labor que necesita, en cierto modo, de la mente estructurada que Pérez concede a los matemáticos.
Pérez Palau va más allá: “A pesar de la creencia popular, los matemáticos poseen dotes naturales para la creatividad y las soluciones originales. Es habitual que desarrollemos ideas out of the box por nuestra capacidad para relacionar unas áreas con otras. Somos multidisciplinares”.
En cuanto a los datos, una gran empresa logística, por ejemplo, puede registrar millones de movimientos diarios, y al mismo tiempo necesitar que su servicio sea eficiente y rápido para resolver cualquier problema cuanto antes. Esto implica, explica el investigador, que todo el material deba estar “estratégicamente distribuido” a lo largo del territorio para llegar rápidamente.
Esta tarea conlleva trabajar con millones de datos, analizarlos al detalle, determinar las rutas a seguir por cada producto o establecer dónde se ha de almacenar o en qué transporte viajará. Cada una de estas decisiones genera matrices de datos con millones de entradas que el matemático podrá analizar para obtener mejores previsiones.
Pandemia, regularizaciones y cambios
La Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos afirma que las profesiones informáticas y matemáticas experimentarán un rápido crecimiento de empleo entre 2020 y 2030 debido a la fuerte demanda de seguridad informática o desarrollo de software.
La pandemia de Covid-19 ha incrementado además el tráfico en las conexiones a internet. Los matemáticos, sobre todo los especializados en informática, se sitúan entonces “a la cabeza” de la “nueva revolución” que engloba a todo el mundo, asume el docente.
Las medidas contra el coronavirus, como el confinamiento de 2020, tampoco les ha supuesto un mayor problema. Un matemático apenas necesita un ordenador para trabajar, por lo que se ajusta muy bien al teletrabajo. “A la gran mayoría de matemáticos que conozco no les han aplicado un ERTE durante la pandemia. Han continuado trabajando desde sus domicilios”, añade Daniel Pérez.
El docente compara esta época con los comienzos de la máquina de vapor y la Revolución Industrial, cuando los avances tecnológicos modificaron la comprensión misma de la sociedad.
Asegura que los trabajos más mecánicos y repetitivos se automatizarán, lo que permitirá aumentar el tiempo disponible para la creatividad y, en general, para la mejora de la sociedad. “No debemos ver la automatización como una amenaza, sino como una oportunidad”, opina.
De hecho, ya han surgido nuevos empleos, como la figura del data scientist. Estos expertos en manejar multitud de herramientas para analizar la ingente cantidad de datos pueden asimismo trabajar junto a otros especialistas y aportar decisiones distintas.
¿Y sería posible que una mayor regulación sobre las bases de datos afecte a esta demanda de empleos? Los datos seguirán existiendo, matiza el profesor: “Una mayor legislación en torno a los datos aportará mayores garantías para todos, restringirá el tipo de datos o de información que se puede asociar, pero los millones de datos seguirán ahí”.
Controlar a los algoritmos
Daniel Pérez reconoce la existencia de ciertos conceptos que alarman a los matemáticos, como “crecimiento exponencial”, que en sentido estricto no existe; o “algoritmo”, que es esencialmente un conjunto de pasos que permiten resolver un problema, como una suma, una multiplicación o una división. “Nada misterioso”, añade Pérez Palau.
Ahora bien, esta sencillez puede evolucionar. En las redes sociales, por ejemplo, los algoritmos entrenan, en cierto modo, mediante técnicas de inteligencia artificial y millones de paquetes informativos pero, en última instancia, siempre con vistas a resolver una cuestión.
Los algoritmos no son una herramienta de decisión, sino de apoyo
“Esto nos permite explotar y simplificar nuestra vida, ya sea para determinar la ruta más corta o con menos tráfico para llegar al trabajo o, en no mucho tiempo, aconsejar y dar apoyo médico”, precisa.
Pero Pérez también recomienda guardar cuidado y mantener una vigilancia activa y crítica sobre los resultados obtenidos. “No deben ser una herramienta de decisión, sino una herramienta para apoyar decisiones”.
Los grados en Matemática Computacional e Ingeniería Informática o el Máster en Ingeniería Matemática y Computación forman a sus estudiantes en la abstracción y la capacidad racional para unir distintos elementos entre sí, y también enseñan computación o el desarrollo de técnicas de cálculo, entre otras materias.
Estas titulaciones permiten a sus egresados afrontar las necesidades de un mercado laboral en permanente cambio.
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